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Casi se va el mes patrio
Se va otro mes patrio y quizá sería bueno abrir el diálogo sobre lo que nos deja.
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Casi se va otro septiembre, mes patrio. Tiempo de desfiles llenos de ritmo, banderas, quetzales y discursos solemnes. También de repetitivos enfrentamientos entre iracundos conductores de vehículos en medio del intenso tránsito urbano que solo agravan el calvario colectivo. Funcionarios gastaron recursos públicos para pedir o rendir informes a favor de un convicto y declarado líder de una sanguinaria pandilla que ha cometido decenas de crímenes y miles de extorsiones.
Un hombre embiste tres veces con su vehículo último modelo a un conductor de motocicleta que queda gravemente lesionado, mientras los policías no saben qué hacer y solo un ciudadano intenta detener al agresor. 160 diputados cobran un salario con aumento, a pesar de que este es ilegal, improcedente y abusivo. Fingen rivalidades y disputas discursivas, pero, a la larga, todos se benefician del expolio, incluyendo los que se la llevan de fiscalizadores. Hierros herrumbrosos de obras atrasadas desde el gobierno pasado, pero también contratos rezagados en el actual.
Magistrados constitucionales retrasan y tratan de lavarse las manos de una evidente extralimitación inconstitucional de la Corte Suprema de Justicia, justo en el mismo mes en que a lo largo y ancho del país hubo caminatas y carreras en honor de la libertad, con una antorcha simbólica llena de esperanza. Pero tan jubiloso gesto se topó con abusos: grupos de personas que agredieron lanzando bolsas de agua o hielo a las caravanas y a los vehículos que las acompañaban, con el evidente fin de sabotear su gesto cívico. La situación llevó a reacciones violentas de conductores, reyertas, una joven con lesiones en los ojos e incluso un fallecido por disparos.
Todo eso ocurre en la misma Guatemala en la cual gran parte de la población se declara cristiana creyente, en uno de los países con mayores tasas de emprendimiento del mundo, en el lugar de origen de tantos talentos innovadores en ciencias, artes, tecnología y otros campos del quehacer humano, en una tierra en que, a pesar de tantos desatinos ambientales, perviven maravillosas joyas para el turismo nacional e internacional, amenazadas, eso sí, por la basura, la tala y los desagües sin control.
Se va otro mes patrio en el cual se ha visto lo mejor de nosotros, risas fraternas, triunfos de compatriotas celebrados por todos. Pero también actitudes antiéticas y acciones ilegales, conductas destructivas que también autodestruyen, indiferencias dolosas, conflictos de interés y negligencias en el desempeño de cargos públicos para los cuales se juró en falso defender el bien común.
Se va otro mes patrio y quizá sería bueno abrir el diálogo sobre lo que nos deja. Sin duda, hay muchas cosas buenas para rescatar, emular y celebrar. Pero en aquellas que no enorgullecen a nadie y que causan daño, dolor o repudio no hay que lavarse las manos, sino conversar en las familias, en las iglesias, en las universidades y en las escuelas, sobre sus causas y sus impactos. La ira en el tráfico, la soberbia en un cargo, la codicia sobre el erario o el hambre persistente en tantos hogares rurales no son asuntos ajenos, porque tarde o temprano impactan a todos. Que no se vaya este septiembre sin que, desde la cátedra, el púlpito, el gremio laboral, la empresa o grupo de amigos nos preguntemos: ¿qué más podemos hacer por nuestra Guatemala?