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Quién dio el grito de independencia en Guatemala
El 15 de septiembre de 1821, entre cohetes, campanas y marimba se dio el grioto de independencia que encendió el fervor popular.
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Ramón A. Salazar, en Historia de veintiún años, escribió estas líneas para rememorar los sucesos del 15 de septiembre de 1821: “Las horas pasaban y el asunto iba tomando mal cariz. El pueblo estaba ansioso y se oían en los alrededores del salón, donde se discutían los destinos de Guatemala, rumores amenazantes. Don Basilio Porras y doña Dolores Bedoya de Molina tuvieron una idea que hace honor a su patriotismo y a su ingenio: hacer llegar a la plaza una buena música y disparar gruesas piezas de cohetes, con lo que los medrosos que se habían quedado en sus casas salieran de ellas creyendo que ya la Independencia estaba declarada. Pero no fueron tan solo los medrosos los que tal hicieron, sino también muchos que, siendo contrarios al plan, se apresuraron a concurrir, fingiéndose amigos de la Independencia.
Este movimiento pudo haber pasado totalmente desapercibido, como algo común y corriente. Sin embargo, expertos consideran que “sus cohetes y la marimba contribuyeron a comunicar al pueblo desconfiado e incrédulo que la emancipación debía ser un hecho y no una posibilidad. Con esto logró la reacción popular, ya que la gente se unió a la algarabía y, además, hizo que los indecisos firmaran el Acta, pensando así no tener problemas más adelante con la enardecida muchedumbre”. Desde entonces, la familia Molina Bedoya empezó a tener más actividad cívica y política.
El 15 de septiembre de 1821, Dolores Bedoya hizo estallar cohetes y bombas, acompañados del repique de campanas que anunciaban la firma del Acta de Independencia. Es reconocida por su patriotismo y su fe en la libertad. Tuvo una activa participación en las juntas secretas que se verificaron antes de la Independencia y estuvo muchas veces en peligro de ser aprehendida.
Dolores Bedoya de Molina (1783-1835) fue la mayor de seis hermanos: Mariano, Cayetano, Josefa, Julio y Gabriela. Los primeros dos fueron impulsores de la Independencia y también partícipes de la Conjura de Belén, en 1813, de la cual Dolores seguramente estuvo enterada.
Lo cierto es que su vida dio un vuelco siendo bastante joven —era una quinceañera— cuando conoció a su futuro esposo, el prócer de la Independencia Pedro Molina, entonces estudiante de Medicina y amigo de los hermanos Bedoya, con quienes discutía “cuestiones patrióticas”. Se considera que, a partir de esa relación, Dolores y Pedro se conocieron y congeniaron de inmediato.
Un artículo publicado en Revista D de Prensa Libre refiere que en 1800 Molina obtuvo la licenciatura en Farmacia y, dos años más tarde, el título de cirujano. Con esas credenciales fue nombrado cirujano de regimiento de Infantería del Reino de Guatemala, por lo que tuvo que trasladarse a Granada, Nicaragua, en 1803, no sin antes contraer matrimonio con la joven Dolores.
Poco después, Dolores se reunió con su esposo en la pequeña ciudad nicaragüense, donde permanecieron hasta 1814. Allá nacieron sus hijos Pedro, quien hizo carrera militar; Concepción, casada con el político Manuel Urungaray; Felipe Francisco, dedicado a la agrimensura —arte de medir tierras— y a la diplomacia; y José Ramón. Al regresar a Guatemala dio a luz a otros cuatro: José, fallecido al cumplir la mayoría de edad; Manuel, militar fusilado en 1842 en Costa Rica por órdenes de Francisco Morazán; Luis, abogado y diplomático; y Vicente, médico.
El activismo de su esposo la hizo entrar en los movimientos políticos que sucedían en Guatemala.