El 40% de hogares en Guatemala tiene dificultades para alimentarse
La Evaluación Nacional de Seguridad Alimentaria 2024, del PMA, indica que para alimentarse el 40 por ciento de los hogares en el país implementan algún tipo de estrategia para poder tener alimento en la mesa, que podría ser un efecto del alza de precios.
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El 40% de hogares en Guatemala tiene dificultades para alimentarse
La Evaluación Nacional de Seguridad Alimentaria 2024, del PMA, indica que para alimentarse el 40 por ciento de los hogares en el país implementan algún tipo de estrategia para poder tener alimento en la mesa, que podría ser un efecto del alza de precios.
La Evaluación Nacional de Seguridad Alimentaria 2024, del PMA, indica que en Guatemala el 40 por ciento de la población tiene problemas para alimentarse. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)
Cuatro de cada 10 hogares en Guatemala tienen dificultades para asegurar el consumo de alimentos, y para llevar un plato de comida a la mesa recurren a estrategias de afrontamiento, como comprar alimentos más baratos, reducir las porciones o tener solo un tiempo de comida. En casos más extremos venden activos domésticos y disminuyen el gasto para cubrir otras necesidades básicas, como salud.
La Evaluación Nacional de Seguridad Alimentaria 2024 (ESA), del Programa Mundial de Alimentos (PMA), y que fue presentada este 9 de octubre, refleja las condiciones del país al encuestar a seis mil 600 hogares entre mayo y julio de este año, una muestra representativa de la población guatemalteca, tanto del área urbana como rural.
Son varios los factores que se consideraron en la medición. Uno de ellos es la proporción de los ingresos que los hogares utilizan para comprar alimentos, y en este se estableció que el 38 por ciento gasta en comida entre 65 por ciento y más del dinero que tienen.
Cuando las familias priorizan los alimentos se ponen en riesgo otras necesidades básicas que profundizan su seguridad alimentaria, como agua segura, medicinas y transporte, indicó Luis Penutt, jefe de Investigación, Evaluación y Monitoreo del PMA, quien presentó los resultados de la ESA.
Agregó que el efecto negativo de esto es la aparición en los hogares de las estrategias de afrontamiento de medios de vida. En las denominadas de estrés se menciona la reducción del gastos de artículos de consumo no alimentario ―29 por ciento―; figuran en menor proporción la compra a crédito o pedir alimentos prestados, vender activos domésticos y enviar a los miembros del hogar a comer a otras casas.
Cuando se disminuyen gastos de salud ―22 por ciento―, se hacen préstamos bancarios, se venden activos productivos o se migra, puede hablarse de estrategias de crisis. Mientras que un nivel más elevado son las de emergencia, momento en que las personas no tienen más opción que consumir las semillas de la próxima siembra ―10%―, poner a trabajar a los niños que estaban estudiando o vender la casa o tierras.
Los hogares también pueden recurrir a estrategias de consumo de alimentos, y en este caso comen los productos menos preferidos o los más baratos ―54 por ciento―, reducen tamaño de las porciones de comida ―22 por ciento―, disminuyen número de comidas ―16 por ciento―, o piden alimentos prestados o regalados ―14 por ciento―.
Este comportamiento podría ser efecto del alza de precios en los alimentos, pero en el caso de las zonas urbanas también se habla de la migración a la capital y el aumento de la pobreza urbana.
¿Qué comen?
En cuanto al consumo de alimentos, el cuatro por ciento de los hogares a nivel nacional tiene un nivel pobre, 10 por ciento está en el límite, y 86 por ciento tiene un consumo mínimo aceptable.
Dicho indicador refleja la frecuencia y la variedad de los alimentos que normalmente comen las familias. Los resultados de la evaluación dicen que ingieren cereales ―granos básicos, raíces y tubérculos― seis días a la semana; cuatro veces legumbres ―preferentemente frijol y otras leguminosas, nueces y frutos secos―, lácteos tres veces, carnes dos, huevos tres, vegetales cuatro, y frutas tres. Mientras que productos del grupo de grasas y azúcares ―galletas, gaseas, jaleas, bebidas azucaradas― cinco veces a la semana.
Penutt refirió que los hogares se están llenando con alimentos ricos en grasas saturadas y azúcar, lo que provoca obesidad y contribuye a la doble carga de la malnutrición.
Los resultados presentados por el PMA indican que la población indígena tiene los porcentajes más altos de inseguridad alimentaria en el país, y es la comunidad lingüística q’eqchí la más afectada, con un 45 por ciento de hogares en esta condición.
El objetivo de la ESA es proporcionar información sobre las necesidades de los hogares guatemaltecos a todos los actores que atienden la inseguridad alimentaria para la toma de decisiones basada en evidencia, según Tania Goossens, representante y directora de país del PMA.
Ante estos resultados, Karin Herrera, vicepresidenta de Guatemala, dijo que son el reflejo de una deuda histórica que el país arrastra, pero también muestra el camino que el gobierno sigue para sanar esas heridas, y resaltó las acciones que desde el Ejecutivo se han desarrollado para atender a población con inseguridad alimentaria y a niños con desnutrición.