Muerte, hastío y reflexiones tras las inundaciones en Valencia
Me siento en la obligación de escribir esta columna porque fue en Valencia donde hice el doctorado en ingeniería hidráulica, con algunos de los profesores que han dedicado décadas al diseño de obras de ingeniería y a la gestión de las crecidas o avenidas (inundaciones), fenómenos que pueden desarrollarse súbitamente en minutos o en pocas […]
Me siento en la obligación de escribir esta columna porque fue en Valencia donde hice el doctorado en ingeniería hidráulica, con algunos de los profesores que han dedicado décadas al diseño de obras de ingeniería y a la gestión de las crecidas o avenidas (inundaciones), fenómenos que pueden desarrollarse súbitamente en minutos o en pocas horas frente a lluvias intensas y extremas. Por eso, el dolor que hoy embarga a Valencia tras las inundaciones del 29 de octubre de 2024 me afecta profundamente.
En esta ocasión, recomiendo leerla escuchando “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” de Bob Dylan (https://music.youtube.com/watch?v=MGeP2GDlGyo&si=nXK1KFLG-BQ2EdK0).
El agua está en todo, y no es solo oferta de recursos hídricos para los múltiples usuarios, también es esto otro de las inundaciones. El agua es símbolo de vida y, a veces, de tragedia.
He insistido en que la problemática y las soluciones hídricas no son un asunto exclusivamente técnico, sino principalmente político y de poder: eso que mueve los engranajes de los sistemas que permiten gestionar los recursos hídricos y las inundaciones (dos dimensiones claras del ciclo del agua y de las obras creadas para su gobernanza).
Inicio con la contundente realidad sociopolítica, para luego entrar en lo técnico.
En el momento en que escribo, se lamentan más de 200 muertes de valencianos tras los desbordes torrenciales en la Comunidad Valenciana del 29 de octubre de 2024, provocados por una DANA (un fenómeno hidrometeorológico de lluvias extremas conocido localmente como “gota fría”). Las comunidades locales han respondido con solidaridad, sumándose al esfuerzo el sector público y privado. Sin embargo, a 7 días del desastre, aún se escucha a la gente clamar por más ayuda y por conocer el número real de fallecidos. Mis condolencias a todos allá.
Hace unas horas en Paiporta, Valencia, la llegada de los Reyes de España, el Presidente del Gobierno (PSOE) y el de la Comunidad Valenciana (PP) fue recibida con lodo e indignación. Un joven indignado se lo dijo muy claro al rey en la calle: “¡Se sabía, se sabía y nadie ha hecho nada por evitarlo! ¡Es una vergüenza!” (puede verlo en este video publicado por El Mundo: https://www.youtube.com/watch?v=i5m55UWvbWU).
La indignación surge por lo que se percibe como una mala atención tras la emergencia y el fallo general de la alerta temprana, que pudo haber salvado vidas. Esto también es una señal de los tiempos que vivimos: el desgaste de la clase política frente a la opinión pública, la politización de las tragedias y la colaboración de medios de comunicación para lavar la cara al poder.
En algún momento pensé que esta columna trataría más sobre denuncia y hechos técnicos. Sin embargo, las palabras de una persona sabia me ayudaron a tomar una perspectiva más amplia, pues a veces, es en las mayores crisis donde podemos encontrar el impulso necesario para mejorar.
Mis catedráticos en la Universidad Politécnica de Valencia siempre me enseñaron que gran parte de los avances en la ingeniería del agua surgieron de los retos nacionales, regionales y locales: la aridez del territorio y la necesidad de gestionar conjuntamente aguas superficiales y subterráneas para satisfacer demandas crecientes de los usuarios; la urgencia de evitar nuevos desastres por inundaciones, como las sucedidas en la riada de Valencia de 1957 o la gota fría y el colapso de la presa de Tous, sobre el río Júcar, en 1982.
Efectivamente, los fenómenos hidrometeorológicos extremos impactan socioeconómica y ambientalmente, y suelen obligar los cambios.
Don Vicente Fullana, mi ex catedrático en la UPV, fue el ingeniero encargado de reformar el proyecto y supervisar las obras de la “Solución Sur”, una mega obra de ingeniería hidráulica con capacidad de 5,000 m3/segundo para desviar el caucel del Turia hacia el sur de la Ciudad de Valencia, inundada por la riada en 1957 (conozca detalles en esta entrevista publicada en iAgua https://www.iagua.es/noticias/espana/iiama/17/10/13/proyecto-inicial-solucion-sur-aprobado-ministerio-no-era-viable-1). Ante los recortes de presupuesto en Madrid, los valencianos lograron en los años 60 que se aprobara el primer impuesto municipal al agua potable (1 peseta por metro cúbico, equivalente hoy en día a 0.7 centavos de dólar), y con ello financiaron el colector sur de esta obra. Lo primero que pensé al conocer las noticias de la DANA fue en ese dique y en las infraestructuras hidráulicas de control; de no haberse llevado a cabo, hoy probablemente estaríamos lamentando un desastre aún mayor, con graves afectaciones en el centro de Valencia.
Gran parte de España sorprende a muchos latinoamericanos del trópico y subtrópico por sus paisajes áridos. A mí me resultaban increíbles las historias de estos eventos extremos y de lluvias de récord mundial en las tierras valencianas.
Cuando viajas por sus costas y llanuras de inundación, te sorprenden los enormes y anchos cauces secos, muchas veces intervenidos hidráulicamente con escolleras (grandes bloques de roca o estructuras de concreto), revestimientos de cauce, y otros elementos diseñados para proteger márgenes y lechos de ríos y aumentar la rugosidad hidráulica, mitigando así el impacto y la energía de los flujos de agua.
Pero ante eventos extremos, estas acciones quedan muy cortas, como sucedió ahora con el desborde torrencial de la rambla del Poyo. Un amigo y colega que modeló las inundaciones valencianas hace unos años me comentó que revisando los datos del evento extremo, “el caudal en la Rambla del Poyo ya había subido a más de 300 m3/s a las 5 PM, a las 6 PM ya eran 1,700 m3/s y la inundación en los municipios que se encuentran más abajo comenzó a las 7:30 PM”. Un incremento de esta magnitud en tan poco tiempo es algo excepcional, y destaca la intensidad del fenómeno y la necesidad de contar con sistemas de alerta eficaces. Las autoridades de la Generalitat Valenciana contaban con observaciones de caudal y al menos 2.5 horas antes pudieron tomar nota para dar una alerta temprana a la ciudadanía.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) dio los primeros avisos sobre la DANA (depresión aislada en niveles altos) entre el 23 y el 25 de octubre. El domingo 27 de octubre AEMET emitió un comunicado indicando que el martes 29 sería el día de mayor riesgo a intensidades de lluvias torrenciales. Ese martes, se lanzaron las alertas rojas de AEMET (a las 8 AM) y de la Confederación Hidrográfica del Júcar -CHJ- (a las 10 AM).
Sin embargo, la alerta de protección civil que llega a los celulares de los ciudadanos llegó a las 8:11 PM, cuando la situación ya estaba fuera de control y las primeras imágenes de los flujos hiper torrenciales circulaban en X.
Auditorías e investigaciones deberán enfocarse en las informaciones disponibles de los SAIH (Sistema Automático de Información Hidrológica) y en las comunicaciones oficiales de AEMET, CHJ y la Generalitat Valenciana para deducir responsabilidades.
En medio de esta tragedia, recuerdo las palabras sabias que surgieron del amor y que me conducen al buen camino: ‘Lo positivo de esto es que el tocar fondo genera cambios.’ Eso espero para Valencia, para que esta hermosa tierra no vuelva a vivir desastres de tal magnitud.
Així és, estimats amics valencians, que açò genere canvis en la vostra preciosa terra, perquè no tornen a ocórrer aquestes tragèdies, i perquè açò siga també un exemple per al món.