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Pedidos desde fuera, excusas desde dentro
El principal intríngulis con el que se topan, en su propio país, los líderes y representantes de comunidades migrantes guatemaltecas en Estados Unidos es la falta de un interlocutor serio.
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EDITORIAL
El principal intríngulis con el que se topan, en su propio país, los líderes y representantes de comunidades migrantes guatemaltecas en Estados Unidos es la falta de un interlocutor serio, sistemático y eficiente que canalice, sin dilaciones ni excusas, los planteamientos que presentan. Son tan ciudadanos guatemaltecos como los connacionales que viven en el territorio nacional, no solo por su lugar de origen, sino por su identidad, por sus familias e incluso por su decisivo aporte a la economía.
Ya van tres lustros de notorio incremento en el envío de divisas que, a su vez, se han consolidado como un pilar que abarca el 20% de la economía y que sostiene buena parte del consumo, la construcción y el ahorro. Se felicita a los migrantes, cuando en realidad ellos tuvieron que marcharse de su tierra en busca de las oportunidades laborales, profesionales y de desarrollo que no tuvieron aquí. Y cuando visitan el país para solicitar apoyo en necesidades muy concretas, se les remite a entes distintos.
Si necesitan pasaportes, se le pasa la estafeta al Instituto de Migración; si es carencia o atraso de DPI y constancias de nacimiento, deben abocarse al Renap; si buscan mejor participación política, se les remite al Tribunal Supremo Electoral, al Congreso o a los partidos, y si necesitan apoyo legal ante normativas antimigrantes de ciertos estados, como Texas o Florida, están prácticamente solos, porque los gobernantes de turno se han lavado las manos. Los consulados en EE. UU. supuestamente deben concentrar esos servicios, pero hay limitaciones de personal, de equipo y, a veces, hasta de educación, porque no existe una evaluación objetiva de la calidad del servicio. Los mismos compatriotas lo dicen: hay empleados consulares muy serviciales, pero hay otros que solo son rémoras.
Esta semana ocurrió algo inédito: con motivo de la presentación de propuestas de mejoras electorales, al menos 14 dirigentes de organizaciones migrantes guatemaltecas de estados como Washington, Maryland, Texas, California, Florida, Georgia y Nueva York presentaron, a través de sus líderes, un pliego de 19 solicitudes acerca del voto en el extranjero, que incluyen la posibilidad de usar el pasaporte como documento para emitir el sufragio, el empadronamiento automático al emitir el DPI, la creación del distrito electoral migrante, viabilizar el voto electrónico y la posibilidad de postular y votar por candidatos a diputaciones y alcaldías, además de presidente.
Además, reiteraron su llamado a crear vías de mayor eficiencia en la provisión de reposiciones de DPI en Estados Unidos, emisión de pasaportes y apoyo legal consular para trámites en Guatemala o para la repatriación de guatemaltecos fallecidos. El camino para cada uno de estos cambios es alambicado y pasa por varias instancias. Diputados, magistrados y hasta el comisionado de migración, recientemente nombrado, ofrecieron sus buenos oficios para supuestamente apoyar algunas —si les conviene—; la mayoría de pedidos fue endilgada a otras contrapartes. A pesar de la unidad mostrada con la presencia unánime de los líderes migrantes, la presidenta del TSE les dijo, en una reunión, que se pusieran de acuerdo sobre las prioridades, cuando en realidad estas son claras y solo requieren de voluntad política. Es en este punto en el que se deslindan los ofrecimientos de las intenciones, la palabrería politiquera de la responsabilidad de Estado. Es muy fácil proferir elogios a los ciudadanos que sostienen la economía con sus remesas, pero eso se lo lleva el viento. Los tres millones de guatemaltecos en EE. UU. necesitan respuestas concretas, coherentes y sistemáticas.