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Filgua 2025: Entregarán gratis 20 mil ejemplares del libro “Leyendas de la lluvia” a estudiantes de escuelas públicas
La 25 edición de Filgua se celebrará enGuatemala del 1 al 13 de julio, con casi 500 actividades. Destaca que se entregarán, de forma gratuita, 20 mil libros de una edición especial del libro “Leyendas de la lluvia” a estudiantes de escuelas públicas.
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Durante una reunión informativa de Filgua 2025, que se celebrará en ciudad de Guatemala del martes 1 al domingo 13 de julio, se informó que este año se logró crear un tiraje de 20 mil libros para que los niños que asistan de escuelas públicas también reciban un regalo que los acerque a la lectura y que vaya más allá de las diferentes actividades dedicadas a los recorridos escolares.
Diana López, directora de la Asociación Gremial de Editores de Guatemala (AGEG), entidad que organiza Filgua, comparte que durante años se ha tenido el deseo que todos los niños salgan de la feria con un libro en mano, esto se había logrado en cierto porcentaje por apoyo de una empresa privada. Sin embargo, una ampliación del presupuesto de Q2 a Q5 millones de quetzales ha permitido fortalecer la feria, llevarla al interior del país y tener un libro que está siendo trabajado en forma profesional para que los niños de escuelas públicas reciban un ejemplar.
Se tiene registro que a la feria asisten cerca de 23 mil niños, 15 mil de ellos son de escuelas públicas Los libros que queden serán repartidos en escuelas dentro de las ferias que AGEG organice en el interior del país.
“Aparte de la agenda cultural, este hecho nos mueve el corazón como editores…Esto representa para nosotros ir por un país de lectores”, dice López.
El libro Leyendas de la lluvia, sobre mitos y leyendas, tiene como compiladoras a Gloria Hernández, Premio Nacional de Literatura 2022, y a Frieda Morales, doctora en Letras, especialista en literatura infantil y juvenil y en prácticas de lectura. Las ilustraciones son de Jazmín Villagrán Miguel, ilustradora, diseñadora gráfica y maestra de artes plásticas, quien ha sido incluida en el Diccionario de ilustradores iberoamericanos (SM, 2013) y en el catálogo 25 Bienále Ilustracií Bratislava (2015), que conmemora el 50 aniversario de la BIB.

López comenta que, por lo regular, los niños que llegan con sus padres en fin de semana tienen el privilegio de que les compren un libro o varios, pero la mayoría de quienes llegan de la escuela solo pueden ser parte de las actividades y no cuentan con dinero para adquirir alguno. “A veces dicen: ¿Seño, qué libro tiene de Q5?, y quizá los más económicos son de Q20… Esos niños que salen sin libros son a quienes nos interesa llegar con este proyecto”, agrega.
Por su parte, César Medina, vicepresidente de la junta directiva de AGEG, dice que esperan que este sea el primer año y que se repita el proceso, a manera de hacer una biblioteca de Filgua. La búsqueda es que los libros tengan calidad literaria.
“La orfandad literaria” para los niños de Centroamérica
La reflexión sobre las dificultades que enfrentan los niños para acercarse a literatura también fue un tema que se desarrolló en el pasado Centroamérica Cuenta, donde participaron escritores y periodistas de la región.
¿Cómo nuestros escritores centroamericanos empezaron su amor por la literatura? Cada uno tendrá sus propias experiencias de cómo llegó a ellos un libro por primera vez.
Los creadores de libros infantiles: Julio Serrano y Gloria Hernández, de Guatemala, y Jorge Galán, de El Salvador, participaron en un conversatorio donde compartieron cómo ellos han trabajado la creación de libros y otras experiencias que han tenido al llevar sus historias a las nuevas generaciones.
Los escritores coinciden en las dificultades en la región para acceder a literatura. Pocos podrían imaginar que no había libros en casa durante la niñez de Julio Serrano. El quetzalteco, artista visual y escritor de Dos cabezas para meter un gol, obtuvo con este cuento mención de honor en el Tercer Premio Centroamericano de Literatura Infantil; y con Balam, lluvia y la casa, ganó el PEN Translates Award del PEN Club inglés y fue finalista en los premios CLiPPA y The Week Junior Award, y nominado al Yoto Carnegie Medal en ilustración, todos en el Reino Unido.
Llegué a la poesía por los boleros de mi abuela y de mi abuelo; mi mamá nos cantaba y mi papá, que trabajaba en la agricultura, un narrador oral tremendo… esa combinación de bolero y de tradición oral me hizo desde muy temprano empezar a jugar con las palabras, dice Serrano. Apenas a los nueve años, frente a una máquina de escribir, tuvo su primera crisis: quería escribir, pero las palabras no llegaron esa vez.
Para la Premio Nacional de Literatura, Gloria Hernández, el proceso no fue tan diferente: en su casa no había muchos libros. Su papá fue su primer proveedor literario: “Si uno tiene que necesariamente presumir del origen con los libros, el mío fue en la escasez”, aseguró.
En uno de los trabajos de su papá fue a Quetzaltenango. Ahí conoció la Librería Evangélica, que traía textos de todo tipo. “Era una librería muy bien montada, y entonces ahí me compró apenas unos tres, cuatro libros que me tuvieron que alcanzar para todos los primeros años de lectura”, dijo en su intervención Hernández. En su niñez, por razones de salud, no caminó temprano, así que tuvo tiempo para la introspección y asegura que esos pocos ejemplares que menciona le ayudaron incluso a desarrollar la crítica literaria.
A la actividad, Hernández llevó sus libros de infancia: Las mil y una noches y Alicia en el país de las maravillas. Ambos muestran el paso del tiempo con hojas sueltas y la evidencia del gran uso que se les ha dado. En el primero incluso tiene notas con su letra en carta de los días de escuela: “Quiero ir a Bagdad, a Persia y a La Meca… Me pareció lindísimo Simbad el Marino, El anillo mágico, más o menos”.

Hernández también es profesora universitaria en las áreas de Español, Literatura y Filosofía; miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua; se graduó como licenciada en Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala y obtuvo una maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Rafael Landívar. Su caminar literario ha sido amplio: cuenta con 27 libros publicados en los géneros de poesía, ensayo, cuento y literatura para niños, entre ellos Patitos en fila y Susana tormentas.
Galán dice que durante su niñez era la época de la guerra civil y todo era complejo. “No había libros en mi casa, solo de pintura, porque a mi abuela le gustaba pintar, y ese tipo de libros es un gusto que me queda todavía”, dice el salvadoreño. Recuerda a su abuelo contándole historias: “A esa edad uno lo cree todo, y él, como viajaba mucho, nos hablaba de un enfrentamiento con Honduras, cuando vio un submarino, y la leyenda de la Siguanaba”.
El autor salvadoreño llegó a los 15 años, y fue con un libro de Agatha Christie, El asesinato de Roger Ackroyd, que empezó a engancharse con la literatura. Un programa llamado Fiction Express en El Salvador ha demostrado que esta realidad de no leer sigue estando para muchos niños y jóvenes.
Más lectura
Galán recordó que existió un programa llamado Fiction Express, que demostró que esta realidad —difícil acceso a los libros— sigue presente en la niñez salvadoreña. Dicho programa publicaba libros para distintos niveles de lectura. Además, permitía la comunicación entre los estudiantes y los autores. “Algunos estudiantes dijeron que era la primera vez que leían y estaban emocionados por eso; surgió diversidad de preguntas. Era conmovedor”, compartió Galán, quien aseguró que esto demuestra que “la niñez está en la orfandad literaria”.
Serrano insiste en la necesidad de que los adultos acompañen a los niños a través de juegos de expresión para propiciar un encuentro con las letras. Hernández mencionó lo indispensable de ver la literatura como algo serio: “La literatura es el juego más serio que hay, pero también el más racional”. La escritora guatemalteca invita a los padres a leer con los niños, y a los escritores, a explorar este género con profesionalidad. Los tres autores proponen que los temas de la literatura infantil deben ser libres y no siempre deben tener una enseñanza moral. También es válido ofrecer libros que permitan a los niños disfrutar de la lectura y abordar diversos temas de la vida real.