El misterio de la pila, una casa antigua de la zona 1 y el grito que nadie olvida

El misterio de la pila, una casa antigua de la zona 1 y el grito que nadie olvida

Una fría y oscura madrugada de octubre nos despertaron los gritos aterradores de don Octavio, que muy temprano salía a la pila a lavarse la cara.

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29/10/2025 17:00
Fuente: Prensa Libre 

Del 28 al 31 de octubre lo invitamos a leer una selección de las historias de terror que compartieron algunos de los lectores que respondieron a esta convocatoria que hizo Prensa Libre a través de sus distintas plataformas. Entre estas, se elegirán cuatro para publicar en la Revista D del domingo 23 de noviembre.

La casa era muy grande y vieja; tenía piso de barro, paredes gruesas, dormitorios amplios y dos patios. En el primer patio había un árbol de algodón, uno de níspero y una gran piedra en donde las señoras que lavaban ponían a asolear la ropa para blanquearla.

En el segundo patio estaba el comedor y una cocina grande, ahumada por el uso del carbón en el antiguo pollo. Enfrente de estos ambientes estaba una pila grande con dos lavaderos, y al fondo de la casa estaban los baños. Por las noches, la casa era muy oscura, con muy poca luz eléctrica.

La casa era herencia de mis abuelos. Mi papá decía que había aguantado los terremotos de 1917. Estaba ubicada en la décima avenida norte de la zona 1.

Por las noches, a la hora de la cena, mi papá nos entretenía contándonos historias de espantos en esa casa.

Una de ellas era que, en esas paredes gruesas, podía caber un ataúd. No siempre le creíamos; le decíamos que exageraba, pero él aseguraba que lo que nos contaba era cierto, porque muchas veces le había pasado a él.

En esa casa vivíamos varias familias, entre ellas don Octavio y su familia. Este señor trabajaba como carnicero en el Mercado Central.

Don Octavio debía levantarse muy temprano para ir a atender su negocio, por lo que diariamente salía de su dormitorio de madrugada para lavarse la cara en uno de los lavaderos de la pila.

Una madrugada fría y oscura de un 31 de octubre, como de costumbre, don Octavio se levantó, se dirigió a la pila y tomó agua en un guacal para lavarse la cara. Todos dormíamos profundamente cuando nos despertamos al escuchar unos gritos espantosos, como desconsolados.

Sobresaltados salimos a ver qué pasaba. Don Octavio, muy pálido, estaba desmayado sobre el lavadero. Al mismo tiempo oímos los gritos de su mamá diciendo: “¡Octavio, Octavio, qué te pasó!”, mientras trataba de despertarlo echándole agua en la cara. Más que asustados, esperábamos saber qué le había pasado.

Al despertar, don Octavio, tartamudeando, nos decía que del orificio donde se va el agua en el lavadero salió una voz ronca que le habló, pero que él no entendió lo que dijo. Al mismo tiempo, alguien lo abrazó por detrás, tomándolo de la cintura. Sintió algo indescriptible, del miedo que le invadía. Fue entonces cuando se desplomó sobre el lavadero.

Al día siguiente, don Octavio y su familia abandonaron la casa.

Mi papá nos dijo que seguro había algo enterrado debajo de la pila. Nunca lo supimos. Él fue el único que se siguió levantando temprano. Los demás esperábamos que alumbrara el sol para salir del dormitorio.