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Los retos de la gestión del agua: Una crisis educativa
Guatemala tiene una enorme oferta hídrica, aproximadamente 120,000 millones de metros cúbicos anuales. Eso significa que debería existir una disponibilidad de 6,000 metros cúbicos por persona al año. Sin embargo, tenemos una crisis hídrica, esto es, hay comunidades que literalmente no tienen agua, así como hay zonas de la ciudad de Guatemala que no reciben […]
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Guatemala tiene una enorme oferta hídrica, aproximadamente 120,000 millones de metros cúbicos anuales. Eso significa que debería existir una disponibilidad de 6,000 metros cúbicos por persona al año. Sin embargo, tenemos una crisis hídrica, esto es, hay comunidades que literalmente no tienen agua, así como hay zonas de la ciudad de Guatemala que no reciben agua o reciben agua de forma racionada, una hora al día. Esta limitación hídrica se repite, una y otra vez, en otras ciudades. También existen comunidades rurales que no tienen agua, agua en general, menos agua potable.
El modelo de crecimiento urbano ha sido un modelo desordenado en todos los sentidos. En el aspecto hídrico las ciudades dependen de agua subterránea porque los ríos están totalmente contaminados. Así, que la contaminación es el principal problema del país. La contaminación a diestra y siniestra. Hemos utilizado los ríos como desagües, desaguar, lugares para tirar heces y orina, desperdicios de talleres, desperdicios de mercados, basureros por los que otrora bellos ríos de agua ahora son ríos de basura y de plástico, como se le ha llamado al río Motagua, uno de los ríos más contaminados del mundo. La contaminación del río Motagua no solamente destruye los ecosistemas del oriente de Guatemala, sino que destruye los arrecifes del Caribe, hogar de la vida marina que también estamos destruyendo con nuestro «modelo» de desarrollo. ¡Vaya desarrollo!
Desafortunadamente la contaminación del Motagua no viene sola, también están contaminados otros ríos, como el río Villalobos que pasa por las cercanías de ciudad de Guatemala y se ha convertido en el drenaje de la basura de la ciudad del futuro, de Mixco, Villanueva, Petapa y Villacanales, llevando todo tipo de desecho doméstico y principalmente industrial hacia el lago de Amatitlan, convirtiéndolo en un basurero porque lo han nitrificado, esto es, llenado de nitrógeno. El lago era una entidad viva y hermosa y ahora es un cadáver ecológico, un monumento a nuestra incapacidad técnica, a nuestra indiferencia a la educación técnica.
Así, si miramos al occidente del país encontraremos solamente ríos contaminados como el rio Samalá, el otrora bello río que nace en las montañas de San Francisco el Alto de Totonicapán y que tiene afluentes, como el histórico río Xequijel, que nace en las montañas de Quetzaltenango, otro río basurero que casi desde su nacimiento es contaminado hasta desembocar en el mar hecho un flujo de plástico, de heces, de orina y desechos industriales. Como que alguien nos dijo y nos convenció que los ríos son drenajes y basureros y lo creímos al pie de la letra.
Debemos entonces crear sistemas de tratamiento de agua y reducir al máximo la contaminación del agua. El agua, esta noble molécula que tiene una enorme capacidad para transportar materiales es victima de su propio éxito. Pero no es solamente de traer plantas de tratamiento de otros países, diseñadas en otros países para las condiciones de otros países. Esas plantas han fracasado aquí y en otros lugares. Nuestros ingenieros deben diseñar sistemas de tratamiento con las comunidades usuarias, urbanas y rurales, entender las condiciones sociales para que el agua tratada sea reinsertada al ciclo del agua, a un ciclo social del agua que respete a la naturaleza. Ese es un reto.
A juzgar por la actitud de los alcaldes organizados en la Asociación Nacional de Alcaldes Municipales, ANAM, ellos y ellas, los de la ANAM, no construirán estos sistemas de tratamiento porque sus intereses son otros, el enriquecerse, el darle prebendas a sus amiguitos y amantes, el reelegirse. Pero eso de proveer agua potable a sus municipios no es su prioridad como lo reflejan los recursos jurídicos, amparos, que interponen para retrasar su obligación de construir plantas de tratamiento de agua, para no ordenar la recolección de desechos y menos para construir sistemas de tratamiento, ecológica y socialmente pertinentes, de desechos sólidos, esto es, construir vertederos que reducen la contaminación. Con estos alcaldes no hay futuro.
Pero, al final, el problema de la mala gestión del agua, de su contaminación, en el fondo es un problema de educación. No entendemos el ciclo natural del agua y menos el ciclo social del agua, no conocemos realmente las propiedades del agua y lo fácil que es contaminarla y lo difícil que es descontaminarla. Conocemos poco los lugares de recarga hídrica de los acuíferos, el agua subterránea, que le da vida a las comunidades, urbanas y rurales, a nuestras comunidades. Los niños, y los adultos, no pueden identificar de dónde viene el agua porque ya no caminan en los bosques. La escuela los encierra y les enseña un ridículo ciclo del agua sin personas, sin animales, sin industria, un ciclo del agua que no existe, un ciclo del agua donde ellos, los alumnos, ya no son parte.
Pero, la ausencia fundamental en esta crisis del agua es la ausencia de educación técnica, una educación técnica que permita entender la naturaleza de los artefactos que construimos, sus efectos ambientales, positivos y negativos, una educación técnica que desde temprana edad haga entender a los niños el papel de la tecnología en sus vidas cotidianas y los haga responsables del uso y mal uso de dichos sistemas. Debemos superar esa visión de educación mercantilista que ve el agua como un recurso y no como un bien, esto es, una educación técnica, no tecnocrática, donde se reconozca los múltiples significados del agua en la vida cultural y emocional de los pueblos. Por eso la crisis del agua no es solamente una crisis ambiental, es una crisis educativa, es, la ausencia de una política nacional de educación técnica, no tecnocrática, que realmente sea pertinente. Pero esa política no existe o es el secreto mejor guardado del pueblo.
Finalmente, el camino de la recuperación de nuestros ríos y nuestros acuíferos es en el fondo el camino de la recuperación de nosotros como seres humanos, de nosotros mismos, que debemos reconocer con humildad que hemos destruido nuestro planeta y con ello nos hemos destruido a nosotros mismos. Es el momento de recuperarnos, de reinventarnos, es el momento de volver a tener ríos limpios, lagos limpios, agua limpia. Hagámoslo, porque sí no es ahora, no será nunca.