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Un Gobierno espulgado por los actores del ayer
Creo que el apoyo del pueblo seguirá hacia quien no llegó con el ánimo de estafar.
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Regresamos en la memoria a un día cualquiera de la historia reciente, antes de enero 2024, cuando Semilla, contra dardos y petardos, tomó posesión de lo que justamente ganó en las mesas de elección popular. Regresamos a cualquiera de los 1461 días de Alejandro Giammattei. O a alguno de los de Jimmy, de Otto Pérez… o los de la UNE. ¿Los recuerda usted? En particular no olvido aquella rabia y frustración colectiva que se acumulaba, mes a mes, con cada escándalo, con cada desfalco; con cada respuesta sin sentido de los evidentes responsables; con todo ese descaro. Aquel era un barril que nunca tuvo fondo. Conforme pasaba el tiempo, una sombra se profesionalizaba y llegó a institucionalizar la absoluta tergiversación de la cosa pública para extraer fondos, otorgar favores y administrar lo común saber para qué, saber para quién. Nos supimos vulnerables e incapaces de detener la caída de aún más gradas. La percepción de corrupción se instaló entre la gente. En este índice, nos cimentamos entre el peor 20% de países del mundo.
Hay gente en el Gobierno de alta alcurnia civil.
Aquel pesimismo no era -para nada- infundado. Los guatemaltecos sufrimos una putrefacción acelerada, que fue de subsidios millonarios hacia un transporte sobrevalorado y de millardos desviados con fines clientelares con la UNE, a lo del Patriota, con sus Líneas, con sus agüitas milagrosas; con sus gigantescos casos de construcción y las coperachas que solo evidenciaban lo que traían atrás. Eran gobiernos construidos totalmente para otros fines. Con elegir al famoso “outsider” la cosa solo mutó. La transparencia se terminó de esfumar. Hubo casos puntuales, pero más, el Estado se cedió a actores de las sombras del pasado; solo para luego cedérselo a Giammattei, con su instalación final de poderes paralelos; en Centros de Gobierno; con alfombras mágicas y la máxima traición de malusar los fondos para el medicamento en una mortal pandemia.
Al recordar, entre tanta desgracia de esas épocas, dos cosas vienen a mente. La primera, la designación para puestos importantes de gente sin recorrido reconocido. El tráfico de favores, sí, pero además, la colocación de peones con presupuesto; peones que se movían a bajo costo. Los profesionales adecuados dejaron de ser opción para los ministerios, vices, direcciones y demás. Y la segunda, el cierre progresivo al escrutinio, a la sociedad y a la prensa. Un punto de inflexión en esto pudo ser cuando se expulsó a la CICIG. Después, ya ni intentaron simular ofrecer explicaciones. Los de turno fueron aislados, el Gobierno fue de puertas cerradas, para solo entregárselo a un iracundo Giammattei que de dos gritos procuraba apaciguar la auténtica inquietud ciudadana. Eso fue lo que recibió el presidente actual, y el grupo de Semilla.
Previo a las designaciones clave de 2026, se intensifican ataques contra el equipo de Arévalo. Tras intentar manipular ideológicamente a la población con falsas moralinas, se entendió que el apoyo popular girará en torno a la transparencia. Pero los desestabilizadores tienen un problema: hoy no hay alfombras mágicas qué denunciar; ni compras millonarias de aguas milagrosas. Y los funcionarios no se esconden en la iracundia ni la torpeza. Al responder, no llegan borrachos, ni salen con bagres historias de camiones persiguiendo aviones. Hay gente en el Gobierno de alta alcurnia civil. Recomiendo escuchar en el pódcast de TanGente al ministro Barnoya. Acosado, se defiende con la claridad, solvencia y firmeza que refleja la noble raíz que lo trajo al mundo. O al ministro Menkos, que responde una denuncia dando una cátedra de gestión administrativa. Funcionarios ganan prominencia con su gestión, como en Educación. Gente confiable, ahora en Gobernación. 2026 será un campo de batalla y hay reproches contra un Gobierno al que le cuesta despegar. Pero creo que el apoyo del pueblo seguirá hacia quien no llegó con el ánimo de estafar.