Los recuerdos que construyen identidad colectiva: cómo la memoria y la nostalgia marcan la cultura guatemalteca

Los recuerdos que construyen identidad colectiva: cómo la memoria y la nostalgia marcan la cultura guatemalteca

La nostalgia en Guatemala une generaciones y revela cómo los recuerdos moldean la identidad.

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17/08/2025 15:00
Fuente: Prensa Libre 

En los rincones de la memoria colectiva guatemalteca, persisten recuerdos que han marcado a generaciones. ¿Recuerda los helados Topsy? ¿Visitó alguna vez el parque de diversiones Esquilandia? ¿Desearía probar otra vez un chocolate Crispín?

Estos recuerdos, aparentemente simples fragmentos del pasado, se han convertido en poderosos hilos que entretejen la identidad de generaciones enteras, creando vínculos emocionales que trascienden el tiempo y conectan a los guatemaltecos con su historia compartida.

Un estudio elaborado por Goo y Data Lab PL, que analizó más de dos millones de menciones en redes sociales entre el 1 de enero de 2024 y el 30 de junio del 2025, reveló la profundidad del fenómeno nostálgico en Guatemala.

La investigación, capturó las voces digitales de los guatemaltecos presentes en internet, desentrañando un entramado de emociones, recuerdos y añoranzas que define gran parte de la experiencia cultural contemporánea del país.

La arquitectura emocional de los recuerdos

“Los seres humanos vemos, medimos y construimos la realidad a partir de símbolos”, explica Dennis Valvert, sociólogo del Instituto de Investigación en Ciencias Sociohumanistas (Icesh) de la Universidad Rafael Landívar. Esta construcción simbólica, según el experto, no es un proceso individual, sino colectivo: “Lo que nosotros experimentamos como nostalgia individual es, en realidad, una serie de códigos simbólicos compartidos con relación a la manera como interpretamos el pasado como sociedad”.

La nostalgia, lejos de ser un simple ejercicio de melancolía personal, funciona como un mecanismo social complejo que permite a las comunidades crear vínculos identitarios. “Es la ausencia del ser, es decir, la ausencia de lo que ya no está, lo que ya se vivió, de la memoria que queda viva”, define Valvert, señalando que esta ausencia se convierte, paradójicamente, en presencia cuando es compartida colectivamente.

El estudio de Goo y Data Lab PL confirma esta explicación al documentar cómo los guatemaltecos utilizan las redes sociales no solo para comunicarse, sino para recrear y compartir experiencias del pasado.

María Paula Rivas, una de las encargadas de realizar el estudio, explica que la investigación surgió de una pregunta fundamental: “¿Cómo se sienten los guatemaltecos con las cosas que ya no están?”. La respuesta reveló un país que “vive en el pasado”, en el mejor sentido de la expresión, donde “les encanta revivir esos momentos, esos lugares, porque lo recuerdan con mucho cariño”, expresa Rivas.

La nostalgia guatemalteca es un fenómeno social que refleja valores, carencias y aspiraciones colectivas. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Los símbolos que nos definen

El análisis de las menciones digitales reveló diversos patrones sobre qué elementos del pasado mantienen mayor vigencia emocional en la sociedad guatemalteca.

Muchos recuerdan ese momento específico de la tarde en que las familias se sentaban frente al televisor para ver sus programas favoritos.

Las caricaturas emergieron en el estudio como uno de los temas más recurrentes y emotivos. “La gente, de verdad, está muy enfocada en decir que le encantaría que los programas fueran como antes”, observa Rivas.

Los comentarios analizados reflejaban una percepción generalizada de que “las caricaturas de antes eran más que solo dibujos animados: eran pequeñas escuelas de valores donde se aprendía a ser mejor persona, soñar en grande y reír en familia”, señala el estudio.

En contraste, según Rivas, también existe una crítica hacia la programación actual, que “ya no es de la misma calidad o ya no enseña nada”.

Esta nostalgia por las caricaturas no es meramente estética, sino profundamente ideológica. Valvert explica que existe “una conexión nostálgica que tiene que ver con la ideología”, donde las generaciones interpretan el pasado según sus valores y expectativas presentes.

Sin embargo, el estudio también documentó las complejidades de esta nostalgia idealizada, cuestionando por qué antes estos programas eran aceptados sin debate moral sobre su contenido.

El programa Campiña, por ejemplo, generó reacciones mixtas cuando los usuarios, al revisar su contenido con ojos contemporáneos, reconocieron elementos problemáticos. “Si ese programa estuviera al aire ahorita, pues no pegaría y tendría muchísima mala fama por el tipo de comentarios que se hacían”, señala Rivas.

Los productos alimenticios ocuparon otro lugar privilegiado en la memoria colectiva. Los “piconcitos” y el “Crispín” aparecieron frecuentemente como símbolos de la infancia guatemalteca, elementos que “eran parte de sus loncheras diarias” y que “eran accesibles y se vendían en las tiendas de barrio”. Pero también aquí emergieron tensiones entre memoria y realidad: cuando estos productos regresaron al mercado, los consumidores nostálgicos se quejaron de que “no tienen el mismo sabor” o que “les hicieron rebranding y ya no saben igual”.

La tecnología acelera los ciclos de memoria y crea nuevas nostalgias en generaciones más jóvenes. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

La economía de la nostalgia

El caso de los Helados Topsy ilustra la complejidad socioeconómica de la nostalgia guatemalteca. Esta marca era conocida por su jingle pegajoso y sus sabores memorables.

Sin embargo, el análisis reveló una división en las memorias: mientras algunos recordaban los helados como momentos familiares felices, “cierta población del país que no tenía los recursos para poder comprarlos” los asociaba con exclusión económica. Para estos sectores, “comprar el helado era un lujo, no un ‘¡qué rico, voy a ir a comprarme mi helado con la familia!'”, sino que “tenían que ahorrar para poder hacerlo”.

El análisis de las conversaciones, realizado por Goo, reveló que un 18% de las menciones expresaban una nostalgia atravesada por la tristeza.

Esta dicotomía evidencia que la nostalgia no es un fenómeno neutral, sino que está profundamente marcada por las experiencias de clase social. “Dependiendo del nivel socioeconómico en el que estuvieras, lo recuerdan con felicidad o lo recuerdan con tristeza”, observa Rivas, lo cual demuestra que incluso los recuerdos aparentemente universales están fragmentados por las realidades económicas.

Por otro lado, el mercadeo contemporáneo ha capitalizado estas emociones nostálgicas con notable éxito. “Lo que hace el consumo nostálgico es volver a conectar con segmentos de población que anteriormente fueron parte de un sector de consumo”, explica Valvert.

Rivas confirma la efectividad de estas estrategias: “Un público con más de 30 años es muy fácil de convencer en una compra si le traes el recuerdo de algo”. Pero también identifica un fenómeno generacional interesante: las nuevas generaciones consumen nostalgia, pero “ambientada a la actualidad”, como en el caso de la moda Y2K, “inspirada en los noventa y principios del 2000, pero modificada” para adaptarse a las sensibilidades contemporáneas.

La experiencia nostálgica está influida por la clase social, y genera recuerdos tanto de felicidad como de exclusión económica. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Geografías perdidas de la memoria

Los lugares ocupan un espacio especial en el mapa nostálgico guatemalteco. El estudio documentó menciones frecuentes de espacios que ya no existen, pero que continúan vivos en la memoria colectiva.

Estos lugares funcionan como “patrimonio cultural no oficial”: espacios que, aunque desaparecidos físicamente, mantienen su poder evocador a través de las narrativas familiares y comunitarias.

La transformación urbana de Guatemala ha sido especialmente agresiva con estos espacios de memoria. Valvert observa cómo “la ciudad de Guatemala ya no tiene espacios públicos como tal, sino que los espacios públicos se han convertido en espacios de consumo, en centros comerciales”, lo cual contrasta con la nostalgia por “reunirnos en lugares emblemáticos para convivir”.

El consumo nostálgico se ha convertido en una estrategia de mercado efectiva para reconectar con distintos públicos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

La tecnología como archivo y amenaza

El estudio reveló una relación compleja entre la tecnología y la preservación de la memoria nostálgica. Por un lado, “toda la infraestructura tecnológica y de conectividad permite a las personas volver a evocar su pasado”, señala Valvert. Las redes sociales han creado “grupos donde se intercambian imágenes antiguas, donde hay comercio de objetos antiguos, por ejemplo, de juguetes promocionales o de publicidad de hace algún tiempo”.

Rivas confirma que “ahora es más fácil recordar” gracias al “acceso a la tecnología”, que permite “encontrar información sobre qué era antes y cómo funciona ahora”. Incluso han surgido espacios físicos dedicados a esta nostalgia tecnológica.

Pero esta misma facilidad tecnológica genera sus propias formas de nostalgia. El estudio documentó cómo las generaciones más jóvenes ya sienten añoranza por “el inicio de las redes sociales”, cuando estas “permitían conectar con las personas de su círculo más íntimo” y “toda la producción de significado era un fenómeno más íntimo”.

También existen recuerdos muy específicos, como el de rebobinar la cinta de una videocasetera utilizando un bolígrafo o un lápiz para girar el carrete.

Conexión y fragmentación social

El estudio de Goo y Data Lab PL documenta una paradoja fundamental: mientras la nostalgia funciona como un mecanismo de conexión social, también puede generar fragmentación y exclusión. Valvert advierte sobre el riesgo de “identificarnos más con los objetos que con los seres humanos que compartimos una época”, aunque también reconoce que “para bien o para mal, a veces precisamente lo que nos permite conectarnos con otros seres humanos es la experiencia común del consumo”.

Esta tensión se resuelve, según el sociólogo, en el reconocimiento de que la nostalgia cumple funciones psicológicas importantes: “Es un placer simbólico de recrear el pasado”, dice Valvert, citando al filósofo Slavoj Žižek para explicar cómo “la fantasía realiza en la mente un placer” que permite procesar experiencias de vida complejas.

La nostalgia como espejo social

El análisis de más de dos millones de menciones digitales ha revelado que la nostalgia en Guatemala funciona como un espejo complejo de la sociedad contemporánea. Refleja no solo lo que fue, sino lo que la sociedad valora, extraña y desea recuperar. También expone las fracturas sociales, económicas e ideológicas que atraviesan la experiencia guatemalteca.

“El guatemalteco vive en el pasado”, concluye Rivas, pero este “vivir en el pasado” no es escapismo, sino una forma activa de construcción identitaria. La nostalgia guatemalteca es selectiva, negociada y políticamente cargada de recuerdos. Es, simultáneamente, herramienta de mercadeo y mecanismo de resistencia; fuente de unión comunitaria y marcador de diferencias de clase.

Valvert identifica en este fenómeno “la capacidad de articular comunidades de sentido”, no solo a través del consumo, sino también mediante “la nostalgia por procesos críticos que en nuestro país quedaron truncados”. En una sociedad fragmentada por la violencia, la desigualdad y la polarización política, la nostalgia compartida ofrece terreno común para la construcción de identidades colectivas.

El estudio de Goo y Data Lab PL, al documentar estos fenómenos a través del análisis de big data, proporciona evidencia empírica de lo que los sociólogos han teorizado: la nostalgia no es un lujo emocional, sino una necesidad social fundamental. En Guatemala, donde la memoria histórica ha sido frecuentemente traumática, la nostalgia por experiencias compartidas positivas ofrece un espacio de refugio y reconexión.

Mientras las nuevas generaciones navegan entre la herencia nostálgica de sus padres y la construcción de sus propias memorias digitales, el fenómeno continúa evolucionando. La tecnología que facilita el acceso a la nostalgia también genera nuevas formas de ella, creando ciclos cada vez más acelerados de memoria y añoranza.

En última instancia, el estudio revela que la nostalgia guatemalteca es un fenómeno vivo y dinámico. Es una forma de resistencia cultural, un mecanismo de procesamiento social y una herramienta de construcción identitaria.

La nostalgia, así entendida, no es escape del presente, sino una forma de habitarlo desde la riqueza de la memoria colectiva, construyendo puentes entre generaciones y creando espacios de encuentro en una sociedad en constante transformación.

Caricaturas, juguetes y lugares siguen siendo símbolos que marcan la memoria cultural guatemalteca. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

El futuro de la nostalgia guatemalteca

Las implicaciones del estudio trascienden el análisis académico para plantear preguntas fundamentales sobre el futuro cultural de Guatemala. Rivas identifica “mucha posibilidad de tener estrategias de marketing basadas en el recuerdo”, particularmente en relación con las modas y movimientos emergentes.

Valvert considera más difícil predecir cómo “esta generación que ha construido ya sus interacciones a partir de las redes sociales en tiempo real” recordará su pasado.