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“Si volviera a nacer, sería maestro otra vez”: Jorge Alonso celebra 100 años de vida y enseñanza
A sus cien años, Jorge Alonso conserva intacta la vocación que lo llevó a las aulas: enseñar y seguir aprendiendo.
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“Mientras alguien quiera aprender, yo estaré dispuesto a enseñar. Esa ha sido mi vocación”, comparte Jorge Alonso, docente de educación media que dedicó gran parte de su vida al Instituto Técnico Vocacional Dr. Imrich Fischmann. Aunque dejó de dar clases en 1983, su espíritu de maestro sigue intacto.
Con cien años cumplidos, Jorge Humberto Alonzo Alonso nació el 1 de mayo de 1925 en el municipio de Cunén, Quiché, en el seno de una familia integrada por siete hermanos, su madre y su padre, de origen asturiano.
Alonso recuerda que sus hermanos eran jornaleros, hombres fuertes y trabajadores, mientras que él era delgado, lo que llevó a su padre a tomar una decisión que marcaría su destino: inscribirlo en la carrera de magisterio.
“Este no sirve para trabajar. Que estudie para que dé clases y así pueda ganar algo”, solía decir su padre, según rememora Alonso.
Aquella frase dio inicio a un camino que se convertiría no solo en una profesión, sino en su verdadera vocación y razón de vida.
Se graduó en 1945 como maestro en la Escuela Normal Central para Varones, donde integró una generación conocida como “los trece”.
“Así nos llamábamos porque solo éramos trece compañeros, pero muy unidos. Todos sabíamos lo que queríamos: ser maestros”, comenta con orgullo.
“Así fue como terminé siendo maestro. Impartí muchas clases, incluso aquellas que no aprendí en libros, sino que fui comprendiendo poco a poco. Estudié psicología, psicobiología y psicobiología industrial. Siempre procuré superarme”, dijo Alonso con emoción.
Su profesión y su familia se construyeron entre aulas
Luego de graduarse, Jorge Alonso se trasladó a Santa Cruz del Quiché, donde impartió clases en la Escuela de Niñas de la localidad. Allí conocería, tiempo después, a su esposa. “Ella había llegado desde Chiquimula para ocupar un interinato en la dirección del establecimiento”, recuerda.
Al finalizar su interinato, ella se mudó a la ciudad capital, lo que llevó a Alonso a buscar otro espacio laboral. Siguiendo su corazón, viajó hasta la ciudad, donde ingresó a trabajar en el colegio English American y, posteriormente, en el Instituto Técnico Vocacional, donde permanecería más de 20 años.
Durante su trayectoria como docente, compartir su conocimiento fue su misión y aprender junto a sus alumnos, su mayor placer.
“Enseñar también es aprender. En cada clase, uno repasa, reflexiona, descubre. Eso no se olvida”, destacó.
Su pasión por la educación ha trascendido el aula. A sus cien años, afirma con certeza: “Si volviera a nacer, volvería a ser maestro”.
En su relato, Alonso comenta que tuvo una revelación: Dios le daría los mejores alumnos. “Y así fue. Hasta hoy muchos me llaman ‘don Jorge’, pero yo les digo: ‘me llamo maestro’. Y mientras haya alumnos que quieran escucharme, seguiré enseñando”.
Durante sus años como educador, desarrolló la autodisciplina del autodidacta. Muchas de las materias que impartió las aprendió por su cuenta, motivado siempre por ofrecer la mejor educación posible.
“La enseñanza me marcó para siempre”
“La lección más grande que me dejó mi camino en la docencia fue el aprendizaje que obtuve de mis alumnos. Parece raro, pero es cierto. Enseñando se aprende, y uno aprende más cuando repite, reflexiona y transmite”, afirma.
A su edad, Alonso destaca que no se ha retirado de la docencia. Sigue enseñando desde su espacio: a través de charlas a las que es invitado, con sus exalumnos y con todos los que deseen escucharlo.
“Mientras alguien quiera aprender, yo estaré dispuesto a enseñar”, repite con convicción. “En toda mi trayectoria como maestro y en mi vida en Guatemala, lo que más me ha marcado es la enseñanza. Me gusta enseñar. No sé hasta cuándo seguiré, pero mientras haya alumnos que quieran escucharme, seguiré siendo maestro”, concluye.