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¡Nuestro sistema representativo está en crisis!
¡No permitamos que la crisis de nuestro sistema representativo se perpetúe!
Pero seamos honestos, esto no sorprende a nadie.
Hace poco me encontré con el trabajo de un autor bastante interesante, Pierre Rosanvallon. Aunque debo admitir que aún no he tenido la oportunidad de leer alguno de sus libros, he podido explorar algunas de sus ideas a través de fragmentos de sus textos. Entre ellas, una en particular captó mi atención: el continuo deterioro de la confianza en los representantes, un fenómeno que se ha convertido en uno de los principales problemas políticos de nuestros tiempos.
Ante esta afirmación, muchos podrían preguntarse qué tiene de novedoso o relevante, dado que la crisis de representación es una realidad ampliamente reconocida. Para los guatemaltecos, en particular, esta idea no es ajena. Sin embargo, lo que resulta verdaderamente interesante es que esta reflexión surge de un libro publicado en 2008. Es decir, desde hace casi dos décadas (o incluso más), el problema de la representación ha sido una preocupación a nivel global y si trasladamos esta discusión a nuestra breve historia democrática, resulta inevitable cuestionarnos si esta crisis de representación nos ha acompañado desde hace 40 años. Aunque no tengo memoria política de mis primeros años de vida, tengo la certeza de que la crisis de representación que se vive en el país es histórica, pero que definitivamente se ha agudizado y vuelto más evidente en los últimos años.
Vigilemos, denunciemos y hagamos juicios de valor para que las mejores personas lleguen a representar los verdaderos intereses ciudadanos.
Contrario a la afirmación inicial de esta columna, la crisis de representación por la que estamos pasando debería, en efecto, sorprendernos y despertar nuestro interés político. Si analizamos el historial de respuestas a la pregunta “¿Cuánta confianza tiene usted en el Congreso?”, formulada por el Latinobarómetro, los datos reflejan un nivel consistentemente bajo de confianza en esta institución en Guatemala. En la última medición realizada en 2023, el 38.8% de los encuestados manifestó tener poca confianza en el Congreso, mientras que un 40.6% expresó no tener ninguna confianza en él. En la actualidad, es probable que estos porcentajes se mantengan en niveles similares o incluso hayan aumentado, especialmente a raíz de las decisiones desacertadas que ha venido tomando el Legislativo.
Pero, ¿cómo podemos superar esta crisis de representación que existe actualmente en nuestro país? Según Rosanvallon, existen tres tipos de mecanismos para garantizar una representación efectiva. En primer lugar, la vigilancia constante de los actos gubernamentales como ejercicio de control ciudadano. En segundo lugar, la denuncia pública de aquellas acciones que resulten reprochables o contrarias al interés ciudadano. Finalmente, el juicio ciudadano de la administración, que se materializa a través del voto como mecanismo de rendición de cuentas.
Estos tres mecanismos no son ajenos a nuestra realidad. Un ejemplo reciente es la reacción ciudadana ante el intento de aumento de sueldo por parte de los diputados. Los ciudadanos ejercimos nuestro papel vigilante, identificando y señalando este abuso de poder; luego, mediante la denuncia pública logramos expresar nuestro rechazo y revertir de manera parcial esta decisión, y digo parcial porque aún se tiene que derogar. Ahora, a dos años de las próximas elecciones, necesitamos fortalecer el tercer mecanismo: la evaluación crítica de nuestros representantes y generar juicios de valor para evitar que quienes “han jurado representarnos” vuelvan a ocupar el tan preciado curul. ¡No permitamos que la crisis de nuestro sistema representativo se perpetúe! Vigilemos, denunciemos y hagamos juicios de valor para que las mejores personas lleguen a representar los verdaderos intereses ciudadanos.