El juego de los sonámbulos

El juego de los sonámbulos

El final del juego será asegurar que el poder nuclear no esté en manos de quien pueda mal usarlo.

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Resumen Automático

25/06/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

En un conocido libro sobre la historia de la Primera Guerra Mundial, Christopher Clarke buscaba explicar con la expresión “sonámbulos” cómo las potencias mundiales de la época fueron arrastradas a un conflicto armado de grandes dimensiones, sin que mediara en todo caso un interés afectado inmediato. Respondían únicamente a juegos de balances de poder entre ellos o respondiendo a viejas alianzas político-militares. Como autómatas, los países fueron voluntariamente a librar una guerra que duró cuatro años y que cobró la vida de más de 10 millones de personas. Es una lección que es preciso atender en esta época.

El terrorismo y la amenaza nuclear son las claves de este nuevo juego geopolítico.

El Oriente Medio siempre ha sido una zona caliente en términos de conflictos territoriales, religiosos y políticos. Desde hace muchos años se han producido alianzas basadas en diferentes razones. En el siglo XX presenciamos, por ejemplo, intentos coaligados de países de origen árabe, muchos de ellos intoxicados por una especie de socialismo febril, abocados a la misión de derrotar y destruir a Israel. Igualmente, soviéticos y estadounidenses buscaron tejer una tupida red de alianzas para asegurar su influencia en esta zona, rica en petróleo. Hoy el panorama se ha reconstituido completamente. Son otras las razones que explican la alineación de unos y otros. Nuevas preocupaciones han dado paso a nuevas modalidades de conflicto y organización.

El terrorismo y la amenaza nuclear son las claves de este juego geopolítico. El conflicto entre Israel e Irán tiene precisamente como explicación estos dos temas. Irán, cuyo régimen de confesión chiita y de prácticas fundamentalistas, es un vecino agresivo y peligroso. Sus proxies u organizaciones patrocinadas por ellos, como Hezbolá o los hutíes, se han encargado de diseminar odio y violencia en los lugares donde operan. Pero a este tema, Irán añade una dimensión adicional. Con el objetivo de exportar y subir el nivel de sus amenazas, ha dedicado tiempo y esfuerzo a la generación de capacidades nucleares propias, que podrían sembrar destrucción masiva con solo apachar un botón. Está claro que ambas amenazas, la del terrorismo selectivo y la de la guerra nuclear, son intereses que afectan directamente la vida y existencia misma del pueblo de Israel y de la civilización como tal. De allí su reacción.

El juego, sin embargo, ha subido las apuestas con la reciente intervención militar estadounidense. Un bombardeo estratégico a sitios identificados como parte del programa nuclear iraní ha puesto una ficha más en este complejo tablero. Aun cuando se ha afirmado que esto no constituye, de acuerdo con el mismo presidente Trump, una declaratoria formal de guerra entre ambos países, sí que activa los mecanismos de “sonambulismo” de otros al que ya se hacía referencia arriba. Hemos visto declaraciones, por ejemplo, de chinos y rusos, quienes movidos por un mero acto reflejo de juego de poder y sin un interés inmediato afectado, reaccionan a lo sucedido. Afortunadamente han sido meras declaraciones y no actos de carácter militar, pero los próximos días serán claves para evitar que se empiece a contaminar, por efecto carambola, el escenario.

Aun cuando los esfuerzos diplomáticos han sido vanos, la diplomacia tendrá que jugar su papel para evitar la prolongación de este conflicto. Pero al final del juego es importante asegurar que el poder nuclear no esté en manos de quien pueda usarlo mal. Las actuales potencias, por muchas diferencias que tengan entre sí, saben que sumar al club nuclear a un actor inestable, provocador y guerrerista, no les conviene ni a ellas ni a nadie.