La chatarra tiene permiso presidencial

La chatarra tiene permiso presidencial

El Ejecutivo firmó un reglamento que abre la puerta a más tragedias en el transporte extraurbano.

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Resumen Automático

15/08/2025 00:02
Fuente: Prensa Libre 

Un bus destrozado en el fondo de una hondonada. Cadáveres regados entre la maleza. Gritos y dolor de los familiares apagados por el ruido de las sirenas. Así amaneció Guatemala el 10 de febrero pasado, cuando 54 personas murieron y nueve quedaron heridas en la Calzada de la Paz. La tragedia fue brutal, pero más brutal aún es descubrir que, medio año después, el gobierno literalmente se lavó las manos y le dio el visto bueno a un acuerdo gubernativo que favorece a los empresarios del transporte. Prometieron cambios. Juraron que no se repetiría, pero mintieron como los regímenes anteriores.

La renovación del parque vehicular
no es un capricho.

Un mes después del accidente, el Ministerio de Gobernación cometió el primer despropósito: quiso imponer un seguro obligatorio a todo tipo de vehículo, no solo al transporte de pasajeros, y amenazó con sanciones a quienes no lo tuvieran. Eso generó un fuerte descontento popular, y las autoridades tuvieron que dar marcha atrás. Hoy, seis meses después del accidente, el gobierno supera su propio récord de torpeza con el acuerdo gubernativo 140-2025. Un documento que, lejos de proteger vidas, las pone más en riesgo.

El viernes pasado, el Diario de Centroamérica publicó esas reformas al acuerdo 225-2012, que regula el transporte extraurbano. Lo más grave: desaparece la prohibición de que circulen buses con más de 25 años, establecida en el acuerdo 535-2013. No es un descuido. Es una omisión calculada. Se ignora la norma más reciente para favorecer a los empresarios. El mensaje es claro: primero es el negocio, después la gente.

Para disfrazar la maniobra, en el artículo 2 inventaron un “control” mecánico cada cinco años. Sí, leyó bien: cada cinco años. Y no a cargo de una autoridad especializada, sino de cualquier taller, técnico o mecánico inscrito en la SAT. Incluso los talleres de los propios dueños de buses podrán “inspeccionar” sus unidades. Un sistema hecho a la medida para el soborno, la simulación y la autocertificación fraudulenta.

Las autoridades de la Dirección General de Transporte (DGT) y los empresarios de buses extraurbanos se tardaron seis meses para parir un reglamento que insulta la memoria de las víctimas y legitima la chatarra rodante. Más de 10 mil unidades obsoletas, antes prohibidas, tendrán vía libre para volver a las carreteras. Un triunfo absoluto para los empresarios. Una derrota mortal para los pasajeros.

El nuevo “control” es una burla. Un rótulo de “taller” y un sello bastarán para validar cualquier carcacha. La corrupción hará el resto. El Estado abdica de su obligación de proteger la vida y se convierte en cómplice de un transporte que mata. Ahora veremos cómo de forma casi suicida los pilotos de las unidades extraurbanas se disputarán aún más el pasaje y los buses volarán a altas velocidades, porque el reglamento les vale un comino.

El acuerdo lleva las firmas del presidente Bernardo Arévalo; del ministro de Comunicaciones, Miguel Ángel Díaz Bobadilla, y del secretario general de la Presidencia, Juan Gerardo Guerrero Garnica. ¿Será que leyeron lo que suscribieron? Porque, al estampar sus nombres, se sumaron a la larga lista de funcionarios que protegen negocios oscuros a costa de vidas humanas.

La renovación del parque vehicular no es un capricho. Es una necesidad urgente para reivindicar el derecho de los usuarios a contar con un transporte digno. Y, sin embargo, lo que el gobierno ofrece es un salvoconducto para perpetuar un sistema podrido. Este acuerdo no solo prolonga la inseguridad: legaliza el peligro y condena a los usuarios a viajar en unidades obsoletas y riesgosas, con la bendición oficial.

La memoria de las víctimas exige respeto, no un reglamento que abre la puerta a nuevos accidentes mortales. Lo que el Ejecutivo firmó no es una política de transporte: es una licencia para que las carreteras se llenen de chatarra que podría enlutar a más hogares.