Enjambre sísmico reaviva alerta sobre tecnificar construcción empírica, según experto en sismorresistencia

Enjambre sísmico reaviva alerta sobre tecnificar construcción empírica, según experto en sismorresistencia

Un centenar de sismos, algunos perceptibles y otros apenas detectables por los instrumentos, continúan estremeciendo a varios departamentos de Guatemala desde el pasado 8 de julio. La mayoría fueron réplicas menores, pero su frecuencia e intensidad moderada encendieron las alarmas entre la población. El fenómeno, conocido como enjambre sísmico, es característico de ciertas fallas locales, […]

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09/07/2025 13:49
Fuente: La Hora 

Un centenar de sismos, algunos perceptibles y otros apenas detectables por los instrumentos, continúan estremeciendo a varios departamentos de Guatemala desde el pasado 8 de julio. La mayoría fueron réplicas menores, pero su frecuencia e intensidad moderada encendieron las alarmas entre la población. El fenómeno, conocido como enjambre sísmico, es característico de ciertas fallas locales, según explica el ingeniero civil Héctor Monzón Despang, doctor en sismorresistencia por la Universidad de Stanford.

“En nuestras fallas locales, como las que atraviesan el Valle de Guatemala, no se produce de una vez un sismo grande. Tienden a dislocar por poquitos”, señala Monzón, quien ha dedicado más de cinco décadas al estudio del comportamiento estructural en zonas sísmicas. “Un buen ejemplo fue lo que ocurrió en 1917 y 1918: una secuencia de temblores que afectó distintas partes del valle durante meses”, añade.

LA OPORTUNIDAD TRAS LOS TEMBLORES

Para Monzón, los sismos deben servir como advertencia. Pero también como una oportunidad para repensar la forma en que se construye en el país. A raíz del devastador terremoto de 1976 —que dejó más de 23 mil muertos—, muchas comunidades rurales abandonaron el adobe y adoptaron espontáneamente la mampostería reforzada. “No lo hicieron ingenieros ni arquitectos. Fueron los maestros de obra los que cambiaron el paradigma de la construcción en Guatemala”, recuerda.

El 90 % de las viviendas en poblaciones medianas y pequeñas están ahora hechas con bloques de cemento y refuerzos básicos. Este cambio, asegura, ha salvado vidas. “Es un sistema intuitivo y eficaz hasta tres pisos, pero ahora se está extrapolando a cuatro, cinco, incluso seis plantas. Ahí está el problema”, advierte.

Para el experto, urge dignificar y tecnificar a los maestros de obra, quienes construyen la mayoría de las casas en el país. “El 60 % del cemento que se comercializa en Guatemala se va a esa construcción popular. Y las municipalidades no exigen ningún tipo de certificación técnica para dar licencias”, lamenta.

Monzón propone que los gobiernos locales empiecen a requerir formación básica y certificados emitidos por instituciones como Intecap o centros técnicos en departamentos como Suchitepéquez o Alta Verapaz. “No podemos dejar toda la carga al constructor empírico. Se necesita formación, límites claros y control”, insiste.

Foto La Hora: Daniel Ramírez
Escombros en el municipio de Santa María de Jesús, en el departamento de Sacatepéquez, en una construcción hecha de abobe. Foto La Hora: Daniel Ramírez
RETO ESTÁ EN LOS CIMIENTOS

La lección más importante de este enjambre, dice Monzón, es la necesidad de preparación. “No podemos predecir si mañana ocurrirá un sismo más grande. Nadie puede hacerlo. Pero sí podemos trabajar hoy para reducir el riesgo físico y social cuando ocurra”, asegura.

Y esa preparación no solo pasa por los instrumentos científicos o los simulacros institucionales, sino por fortalecer desde abajo a quienes edifican el país. “Tenemos un recurso humano valiosísimo en los maestros de obra. Si lo tecnificamos y lo acompañamos, vamos a tener una Guatemala más segura”, refiere.

Monzón no solo ha dedicado su vida al diseño de estructuras, también ha observado con atención la transformación de la cultura constructiva en el país. “Desde el terremoto de 1976 —ya hace casi 50 años— la construcción en las poblaciones menores migró del adobe a la mampostería de block reforzada que se usaba en la capital”, relata. Lo llamativo, señala, es que ese cambio no fue impulsado por ingenieros ni arquitectos. “Lo hicieron los maestros de obra. Fue algo espontáneo”.

Esa transición, aunque positiva, no ha estado exenta de riesgos. “El sistema es bastante fácil de manejar hasta dos o tres pisos. El problema es que ahora se está extrapolando a cuatro, cinco y hasta seis niveles. Eso ya iguala o sobrepasa los límites del sistema”, advierte el especialista.

Foto La Hora: Daniel Ramírez
Una construcción de abobe cayó tras los temblores del pasado 8 de julio en Santa María de Jesús. Foto La Hora: Daniel Ramírez

Con décadas de experiencia en estructuras sismorresistentes, Monzón lanza una advertencia con matices. “Puedo darle una nota contrastante de optimismo y pesimismo. La buena noticia es que el país dejó el adobe. La mala, es que seguimos construyendo sin control técnico en muchas zonas”.

Para el ingeniero, la clave está en asumir que el riesgo físico no se resuelve con prohibiciones, sino con formación. “Hay que dignificar al maestro de obra. Es el único que puede levantar una casa de 150 metros cuadrados en una comunidad, pero hay que acompañarlo con tecnificación”.

La institucionalidad, denuncia, no ha estado a la altura. “Las municipalidades no están requiriendo que los constructores presenten ningún tipo de certificación. Dan permisos, pero no piden formación técnica”, lamenta. Y agrega que centros como Intecap o las escuelas técnicas en Cobán, Mazatenango o Chimaltenango ya imparten formación útil, pero nadie exige esos certificados. “Tenemos una oportunidad en nuestras manos y no la estamos aprovechando”.

A juicio del experto, cada temblor debe ser visto como una advertencia, pero también como una oportunidad para organizar lo que ya existe. “En Guatemala la gente está contratando a alguien para que construya, no está tratando de hacerlo ella misma. Eso ya es una ventaja. Ahora lo que falta es ordenar esa práctica y acompañarla técnicamente”, concluye.

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