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¿Cuáles son los beneficios psicológicos de viajar?
Viajar es mucho más que un cambio de escenario; es una oportunidad para reconectar con nosotros mismos, aprender y crecer.
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El mundo es vasto, lleno de colores, sabores, sonidos y texturas que despiertan nuestros sentidos. Cada rincón desconocido es una invitación a explorar no solo lo que nos rodea, sino también lo que llevamos dentro.
Ya sea un destino lejano o cercano, algo nuevo o conocido, cambiar de rutina siempre será una buena opción para renovarnos. ¿Alguna vez se ha detenido a pensar qué hay detrás de esa sensación de bienestar que experimentamos al conocer cosas nuevas?
Viajar, más que la experiencia de descubrir un lugar distinto, es una oportunidad para reconectar con nosotros mismos, para sentirnos vivos y presentes.
El poder de estar presente
Viajar nos saca de la rutina y nos invita a estar más atentos al presente. La psicóloga experta en terapia contextual Ana Gabriela Dubón explica que “cuando uno está mucho más presente, las personas se sienten como si estuvieran más despiertas, más vivas”.
Esta conexión con el momento actual es clave para reducir el estrés y la ansiedad. “El viaje casi siempre evoca esa sensación de apertura a la experiencia, lo que hace que todo se sienta mejor”, añade.
Además, viajar generalmente despierta la curiosidad, el sentido de aventura y brinda la sensación de estar alerta.
Sin embargo, Dubón aclara que no todas las personas experimentan esto de la misma manera. “Si alguien está pasando por un momento de depresión, puede que le sea más difícil conectar con los estímulos presentes”, señala. En esos casos, la “fusión” con pensamientos y emociones negativas puede dificultar la experiencia.

Cómo ayuda cambiar la rutina al cerebro
Uno de los aspectos más fascinantes de viajar es su impacto en el cerebro. Dubón recalca que viajar mejora la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones neuronales.
“Cuando viajas, hay muchos aprendizajes nuevos, y se van formando nuevas conexiones en tu cerebro”, explica. Esto no solo mejora la creatividad y la resolución de problemas, sino que también estimula la curiosidad y la observación.
La psicóloga Angie Mendoza coincide y añade que los viajes activan neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, asociados con el placer y la felicidad. “Cada vez que tenemos una experiencia nueva, nuestro cerebro genera conexiones nuevas”, dice.
Este “cóctel de hormonas” no solo nos hace sentir bien, sino que también ayuda a liberar el cortisol acumulado, la hormona del estrés. “El cortisol no es malo en sí mismo, pero cuando se acumula, puede generarnos problemas. Viajar nos permite utilizarlo de manera positiva, como una fuente de energía para adaptarnos a nuevas situaciones”, añade.
Mendoza también destaca cómo los viajes nos enfrentan a retos que, aunque pueden parecer pequeños, fortalecen nuestra capacidad de adaptación y resiliencia. “Enfrentarnos a situaciones desconocidas, como pedir ayuda en otro idioma o encontrar recursos en un lugar nuevo, nos hace más hábiles y seguros de nosotros mismos”, señala.
Viajar como terapia, pero con precaución
Tanto Dubón como Mendoza coinciden en que viajar puede ser una experiencia terapéutica, pero no debe verse como una solución mágica. “No cumple la función de un proceso de psicoterapia, pero sí puede contribuir al bienestar”, aclara Mendoza.
Además, Dubón menciona que viajar no es recomendable cuando se convierte en una forma de evadir problemas. “Si cada vez que se siente mal decide viajar para escapar, eso no le ayudará a resolver lo que realmente le afecta”, advierte Dubón.
Mendoza añade que viajar sin expectativas es clave para disfrutar plenamente. “No porque pruebe un plato nuevo o visite una playa desconocida significa que le va a gustar. La idea es explorar y estar abierto a la experiencia”, recomienda.
Esa apertura permitirá que no nos decepcionemos si algo no es como esperábamos y que tengamos una mejor experiencia si algo resulta mejor o más bello de lo imaginado.
Además, Mendoza recomienda los viajes que permiten la conexión con la naturaleza. “Cuando tenemos contacto con la naturaleza, como un río, un volcán o una playa, los beneficios para la salud mental son aún mayores”, afirma. Esto se debe a que estos entornos nos permiten respirar aire más puro, reducir el ruido visual y auditivo, y conectar con nosotros mismos.
“Frente al mar o en un bosque es más fácil reflexionar y encontrar calma”, explica. A diferencia de los viajes a lugares con mucha actividad, como festivales o ciudades bulliciosas, los destinos naturales ofrecen una sensación de bienestar más duradera.

Una herramienta de resiliencia
Mendoza también destaca cómo los viajes pueden ayudarnos a superar momentos difíciles, como una pérdida o una ruptura. “Viajar nos pone en un estado de supervivencia, donde dejamos de enfocarnos en lo que nos duele y empezamos a ver otras facetas de la vida”, explica. Esta experiencia nos permite ganar perspectiva y fortalecer nuestra resiliencia.
“Cuando logramos adaptarnos a un lugar nuevo, superamos obstáculos y nos sentimos capaces, eso refuerza nuestra autoestima y nos ayuda a enfrentar otros desafíos”, dice. Además, los viajes pueden ser una forma de dejar ir y avanzar. “El duelo implica movimiento, y viajar es una manera literal de moverse hacia adelante”, añade.

Beneficios psicológicos de viajar
Entre los principales beneficios que destacan las expertas están:
- Potencia la capacidad de observación y presencia.
- Evoca curiosidad y apertura a nuevas experiencias.
- Favorece la neuroplasticidad y el aprendizaje.
- Mejora la resiliencia y la adaptabilidad.
- Refuerza la conexión con valores personales.
Recomendaciones para un viaje positivo
Para que un viaje tenga un impacto positivo en la salud mental, Mendoza sugiere:
- Planificar con flexibilidad, aceptando que no todo saldrá como se espera. No todo tiene que salir perfecto para disfrutarlo. Acepte que habrá imprevistos y tómelos como parte de la aventura.
- Viajar con personas que fomenten un ambiente ameno y positivo. Estar acompañado de personas con una visión optimista y abierta puede hacer que la experiencia sea más enriquecedora.
- Viajar con intención, no para escapar. Si viaja para evadir problemas, es probable que al regresar se encuentre con la misma situación. En cambio, hágalo para aprender, crecer y disfrutar.
- Priorizar destinos naturales para conectar con uno mismo. La naturaleza tiene un poder terapéutico único. Busque lugares donde pueda reflexionar y reencontrarse consigo mismo.