“Cuidar sin culpas”: las lecciones que dejó el conversatorio sobre el síndrome del cuidador y el autocuidado emocional

“Cuidar sin culpas”: las lecciones que dejó el conversatorio sobre el síndrome del cuidador y el autocuidado emocional

El conversatorio Cuidar sin culpas, dirigido por la psicóloga Ximena Fuentes, abordó cómo cuidar a los demás sin perder el equilibrio emocional. Estas son algunas de las reflexiones principales sobre el autocuidado y la empatía.

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08/10/2025 19:30
Fuente: Prensa Libre 

El miércoles 8 de octubre, Prensa Libre transmitió el conversatorio Cuidar sin culpas: consejos para acompañar a los padres y sentirse bien, conducido por la periodista Alejandra Guzmán.

Durante una hora, la invitada especial Ximena Fuentes, psicóloga clínica con una maestría en psicoterapia familiar y conyugal, quien está por concluir un doctorado en dinámica humana llevó al público a reflexionar de esta dinámica de vida que pasan un gran número de familias guatemaltecas.

Al entrar en contexto sobre la importancia de cuidar a nuestros padres y abuelos en la tercera edad, libres de culpa, Fuentes destacó que primero debemos preguntarnos qué significa cuidar, cuánto del cuidador implica ese cuidado y qué tan autónomos son los padres. Influyen la edad, la calidad de vida que han llevado y también las circunstancias económicas y emocionales.

“Desde la psicoterapia familiar, el objetivo es encontrar un equilibrio entre cubrir las necesidades de la otra persona y las mías. Ahí suele estar el desafío: no nos damos permiso de equilibrar”, expresa Fuentes.

¿Por qué se siente culpa?

Cuidar implica una gran inversión emocional, física y mental. Surgen sentimientos de culpa, frustración o inadecuación: la sensación de no hacer lo suficiente. A veces también hay manipulación emocional. Reconocer estas emociones “negativas” nos ayuda a poner los pies en la tierra, dice Fuentes. “Queremos ser buenos hijos y lo damos todo, pero lo humano es equilibrar entre las necesidades del otro y las propias”, agrega.

Algo que destacó la psicóloga es que, en Guatemala, generalmente son las mujeres quienes asumen el rol de cuidadoras. “Si una mujer tiene autonomía económica, el equilibrio es más fácil. Pero cuando en la familia se asume que ‘como no trabajo, debo cuidar’, se vuelve un problema serio de límites”, detalla.

Delegar no significa desentenderse, sino reconocer los propios límites y favorecer la sostenibilidad del cuidado.

Delegar no significa desentenderse, sino reconocer los propios límites y favorecer la sostenibilidad del cuidado,
Ximena Fuentes, psicóloga

A continuación, compartimos cuatro ideas fundamentales del conversatorio. También puede ver el video completo en el canal de YouTube de Prensa Libre.

1. El síndrome dle cuidador

El síndrome del cuidador se caracteriza por un desgaste emocional, físico y mental que surge cuando una persona asume de manera prolongada el rol de cuidar a otros, muchas veces descuidando sus propias necesidades.

Reconocer las emociones que acompañan el cuidado —culpa, frustración, tristeza, impotencia o miedo— es el primer paso hacia una gestión saludable.

La culpa del cuidador suele aparecer cuando siente que no hace “lo suficiente” o cuando desea tomarse un descanso. Este pensamiento se asocia con mandatos sociales y familiares que idealizan el sacrificio, pero desconocen los límites humanos. Desde la psicología, es importante validar estas emociones sin juicio, identificar los pensamientos automáticos de autoexigencia y transformarlos en autocompasión y realismo emocional: cuidar bien implica también cuidarse a uno mismo.

2. Equilibrio entre el cuidado y el bienestar propio

El equilibrio se logra cuando el cuidador puede acompañar sin perder su identidad personal. El autocuidado físico y emocional es una herramienta preventiva contra el síndrome del cuidador. Dormir bien, alimentarse adecuadamente, realizar actividad física y mantener espacios personales favorecen la resiliencia y la empatía.

Además, el establecimiento de límites saludables es esencial. No significa indiferencia, sino reconocer hasta dónde es posible ayudar sin afectar la propia salud.
La comunicación asertiva permite expresar necesidades sin culpa ni agresividad, lo que fomenta relaciones familiares más cooperativas y sostenibles en el tiempo.

3. Red de apoyo y recursos

Uno de los factores protectores más importantes frente al desgaste emocional es la presencia de una red de apoyo.

Aprender a pedir ayuda es un acto de autocuidado, no de debilidad. La colaboración entre familiares, amistades y profesionales de la salud mental permite compartir responsabilidades y reducir la carga emocional.

Existen también recursos comunitarios e institucionales —como grupos de apoyo, centros de día o servicios de orientación psicológica— que pueden brindar acompañamiento y guía práctica.
Delegar no significa desentenderse, sino reconocer los propios límites y favorecer la sostenibilidad del cuidado.

4. Reconectarse consigo mismo

El autocuidado implica reconectar con la propia identidad y las fuentes personales de bienestar.


Retomar actividades que nutran la mente y el cuerpo —leer, caminar, pintar, meditar, compartir con amistades— ayuda a preservar la salud mental del cuidador.
Desde la psicología positiva, estas prácticas fortalecen la autoeficacia y el sentido de propósito, lo que reduce el riesgo de agotamiento y depresión.
Reflexionar sobre la idea de que “cuidar también implica cuidarse” permite transformar el rol del cuidador en una experiencia más consciente, equilibrada y humana.

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