La guerra: Problema de salud mental

La guerra: Problema de salud mental

Desde tiempos inmemoriales, la afirmación «Por el sacrificio existe la vida, y es la única forma de conservarla» resalta en todos los escritos míticos, religiosos y en la historia de diversas culturas y religiones del mundo. Pareciera –como expresan muchos eruditos– que ha sido el sacrificio inmolado en la violencia lo que ha mantenido al […]

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30/06/2025 08:59
Fuente: La Hora 

Desde tiempos inmemoriales, la afirmación «Por el sacrificio existe la vida, y es la única forma de conservarla» resalta en todos los escritos míticos, religiosos y en la historia de diversas culturas y religiones del mundo. Pareciera –como expresan muchos eruditos– que ha sido el sacrificio inmolado en la violencia lo que ha mantenido al hombre de pie sobre la tierra, lo que lleva a cuestionar si será también el motivo de su futura autoextinción.

La guerra conjuga en individuos y colectividades, mecanismos mentales, emocionales y sociales, que permite organizar, justificar y desarrollar una conducta agresiva respecto al “otro” y participar en conflictos violentos a gran escala. A diferencia de instintos simples –como señalan las escuelas psicológicas– la guerra requiere procesos cognitivos complejos, manipulación emocional y deshumanización tanto del «enemigo» como de uno mismo

En un guerrero, en un pueblo, circunstancias como la ideología (su propaganda y publicidad), la mentira y el vivir en medio de desigualdades e inequidades, se convierte en un caldo de cultivo para la aparición de agresión y frustración. Dos eminentes investigadores, Dollard y Miller, en su teoría del aprendizaje, han señalado que la violencia surge cuando se bloquean metas importantes, lo que conlleva a la humillación y propicia un ambiente de aceptación a la guerra: «buscar un chivo expiatorio a los problemas nacionales«. También han sido claros los que afirman que, si bien la testosterona y el cortisol influyen en la agresividad, no determinan la guerra, ya que esta un acto socialmente organizado.

Otro elemento relacionado con la aceptación de la agresión es la admiración y obediencia de la autoridad. En 1961, el «experimento Milgram» demostró que personas normales, pueden infligir dolor si una figura de autoridad lo ordena. Hay que recordar que, en la estructura castrense, los soldados anulan su autonomía moral bajo el argumento «solo seguí órdenes«.

Todo lo anterior se consolida en una deshumanización y cognición social, una debilidad de la Teoría del «Otro». El «otro», el enemigo, es visto como inferior, peligroso o no humano; un ejemplo de ello fue la propaganda nazi o cualquier tipo de propaganda que, sin fundamento más que despertar emociones, circula entre naciones y culturas. A esto se le llama desindividuación, es decir, en el grupo, la identidad personal se diluye, facilitando atrocidades, como sucede con las masacres de guerra. Dos estudiosos, Tajfel & Turner, lo denominan “identidad social” que en guerra se traduce en «Nosotros contra Ellos«. La guerra refuerza la cohesión interna al crear un enemigo externo, lo que muchos denominan «nacionalismo extremo». El patriotismo exacerbado justifica la violencia bajo el lema de «defender la patria».

En la actualidad, dependiendo del contexto geopolítico en el que se viva, uno se puede encontrar con las llamadas «cámaras de eco«. Estas consisten en discursos y narrativas construidas en medios de comunicación y redes sociales, que amplifican discursos de odio, polarización y radicalización cuyo impacto se refleja con claridad en procesos electorales y en la elección de autoridades de nivel nacional y regional. Este fenómeno alcanza su máxima expresión en grupos radicales con mentalidad de secta, como los grupos armados que usan el aislamiento y adoctrinamiento, para eliminar dudas morales y justificar la guerra.

Al estudiar la guerra, cabe estudiar sus efectos en quienes la viven: su trauma y su ciclo de violencia. Estos afectan a combatientes y poblaciones civiles y sus consecuencias se agrupan bajo la patología conocida como «Trastorno de estrés postraumático (TEPT) » En el caso de muchos veteranos de guerra, estos suelen repetir patrones violentos, ya sea contra los suyos e incluso en contra de ellos. Este impacto puede ser transgeneracional ya que los hijos de víctimas o victimarios pueden heredar resentimientos y traumas.

En todo esto de comportamiento y guerra resalta y existe la concepción errónea de soldado «asesino nato». Sin embargo, el teniente coronel Dave Grossman, experto en estudios de guerra, afirma que el matar a alguien es resultado de un proceso de aprendizaje, ya que en la mayoría de personas existe fobia a hacerlo. Grossman también afirma que algunos líderes sin ser parte de los ejércitos, usando un liderazgo con falta de empatía hacia los demás, toman decisiones brutales. Sin embargo, la guerra no es llevada a cabo únicamente por psicópatas, sino también por personas comunes en contextos extremos, quienes terminan siendo profundamente afectados en su conducta.

Por lo tanto, es claro que la guerra no surge de una «naturaleza humana violenta», sino de procesos cognitivos (obediencia, deshumanización), dinámicas grupales (identidad, polarización) y condiciones sociales (pobreza, propaganda). Esto lleva a una pregunta crucial: Si la mente humana puede justificar la guerra ¿puede diseñar la paz? cómo lograrlo es, sin duda, el gran desafío de todos los pueblos.