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Caos producido por una elección mal organizada
El caos vehicular causado por la elección gremial de los abogados encendió la exigencia de normalizar el tránsito.
La muy mala, casi pésima escogencia del lugar para realizar la primera vuelta de la elección en el Colegio de Abogados, realizada el viernes pasado, fue responsable del mayor embotellamiento de vehículos ocurrido dentro de la capital, cuya sección suroriental quedó paralizada por horas. Aunque los embotellamientos en las calles citadinas ocurren cotidianamente por otros motivos, el hoy comentado alcanzó proporciones gigantescas. Ello obliga a exigir a los organizadores realizar la segunda vuelta en lugares con suficiente espacio para la colocación de las mesas pero además para facilitar el estacionamiento. Lo ocurrido fue un colmo y por ello es momento de atacar y solucionar el problema de manera técnica, pero sobre todo de elemental lógica y obviedad.
El caos vehicular causado por la elección gremial de los abogados encendió la exigencia de normalizar el tránsito.
Jamás de los jamases debe realizarse donde fue una elección u otra actividad con asistencia multitudinaria, por la elemental razón de la cercanía del aeropuerto La Aurora, pues este puede quedar aislado y con ello imposibilitadas sus funciones normales, casi todas relacionadas con las facilidades para la atención de los turistas, quienes necesitan estar al menos dos horas antes de la salida de sus vuelos. El viernes, los automovilistas observaban con preocupación a turistas caminando con sus maletas, preocupados por la posibilidad de no poder regresar. Quienes habían llegado estaban atrapados en los buses. Es imposible tener éxito en las campañas de atraer turismo, pues ellos con solo narrar esto desaniman a su círculo cercano de venir a Guatemala.
El problema del tránsito vehicular capitalino ya se ha convertido en una perenne crisis, no solo por las mañanas y cuando los ciudadanos se retiran a sus casas al final de la tarde y hasta las nueve de la noche, o algo así. Por eso muchas veces toma una hora o un poco más recorrer las principales avenidas de la ciudad, con el tránsito detenido por accidentes de tránsito por todos lados a causa de maniobras absurdas —en algunos casos también irresponsables, entre las cuales desde hace algún tiempo no necesariamente definido— en las que sobresalen los motoristas, quienes contribuyen en mucho a la tensión y el estrés. Es un problema complicado y su solución en algo puede facilitarse porque ya afecta a toda persona al volante, incluyendo a quienes tienen licencia obtenida por corrupción.
En el área departamental representan peligro el mal estado del transporte de pasajeros y de carga, la conducción en muchas ocasiones por gente inexperta, irresponsable y hasta con efectos de licor. Los tráileres cargados correctamente no representan tanto peligro como los vacíos, porque éstos últimos tienden a viajar más rápido y por lo general cortan el paso al dar vuelta en alguna curva y quedarse atravesados en el camino. En Occidente, el riesgo es mayor en los autobuses de propiedad individual manejados a toda velocidad y para colmo, “peleándose por el pasaje”. Si se une el mal estado de demasiadas carreteras como producto de la desidia gubernamental, y de la corrupción, conducir en Guatemala es verdaderamente una valentía a toda prueba.
Hay otros asuntos necesitados de control y de condiciones: la interrupción del paso por manifestaciones de todo tipo, obstaculizaciones como forma de protesta, aunque esta sea justificada. Los derechos vecinales o sindicales, por ejemplo, no son superiores a los de la colectividad, también poseedora de estos y constitucionalmente garantizados al señalar el bien común. Se debe iniciar con la prohibición y multas a los infractores y acción automática de la policía para disolverlas, como se hace en Europa, si se interrumpe planificadamente el paso en una lista de calles, calzadas, avenidas y rutas de entrada y salida a la capital. Para finalizar, lo ocurrido en la elección del Colegio de Abogados encendió la chispa de la desesperación de los capitalinos, así como de los turistas.