Tan solo sobrevivir, un objetivo pequeño
Las tiranías amenazan a la democracia. Los medios serios se deben posicionar.
Rincón de Petul
Tan solo sobrevivir, un objetivo pequeño
Las tiranías amenazan a la democracia. Los medios serios se deben posicionar.
En la antesala de la muy trascendental elección presidencial estadounidense, el icónico Washington Post anunció que no respaldará a ninguno de los candidatos. Muchos lo criticaron como un desesperado acto de mera sobrevivencia y en una semana perdió al 10% de sus suscriptores. Casualmente, ayer, tuve una experiencia que me aclaró una posición al respecto. Aquí escribo lo que me sucedió.
Las tiranías amenazan a la democracia. Los medios serios se deben posicionar.
Miré detenidamente una pila de cajas de plástico transparente mientras espulgaba la biblioteca de papá. Las salas donde reside tienen el encanto singular de entretener una vida, su cada rincón, su cada anaquel, que mezclan objetos detenidos en el tiempo, con libros y publicaciones, clasificado todo por materias. Esas cajas de plástico accionaron en mí una magia. Lo que contienen me transportó a una publicación que hizo época en el país en los años 80 y 90; y que a mí, tan solo un adolescente, como a tantos otros, me enganchó. La Revista Crónica fue mi primera ventana escrita para entender el acontecer guatemalteco, desde su ingeniosamente entretenida pero sustanciosa forma de crítica. No las conté, pero calculo que ahí preservada está la colección íntegra de los 12 años que duró la revista, antes de que un mandatario antidemocrático forzara su cierre.
Ver la dedicación con la que se preservó la colección en esas cajas, casi a manera de ritual, y recordar la experiencia propia con su contenido, lo que para mí significó, me hace decir que sí, las rotativas habrán podido detenerse con su última impresión. Pero lo que aún representa el medio, desde la forma de reportar los sucesos “en crudo”, hasta la guía-análisis de cada una de sus plumas, perduró respetado por cada uno de quienes le fuimos lectores. Conociendo la historia, puedo imaginar la tiranía que perseguía evitar mala prensa. Crónica, cediendo, quizás habría podido continuar. Sin embargo, en ese caso, la pregunta es una de máxima trascendencia: ¿para qué?
Al anunciar tan sorprendente medida, el Post se justificó amparándose en el valor de la independiente objetividad, propia de los medios profesionales. Dijeron buscar un “regreso a sus raíces”, cuando no apoyaban a candidato alguno. Pero este baño de pureza coincidió en el tiempo con la probabilidad de que la semana entrante sea electo presidente Donald Trump, un autócrata empedernido que sin tapujos amenaza con perseguir al medio que ose ponerse en su camino. En ese contexto, el silencio se ha visto menos como uno de “valores” y sí uno de conveniencia. Un intento oportunista en los tiempos del mayor apremio. Un cuarto de millón de personas retiraron su suscripción.
Ciertamente, los medios tradicionales están amenazados por la pérdida de interés entre las generaciones más jóvenes. Eso, en EE. UU., lo aprovechó el candidato que se hizo compadre de medios empíricos de información no periodística. En ellos, alcanzó a ciertas audiencias menos críticas que no exigen el profesional ejercicio de la investigación y la confrontación de ideas. Ellos no aprecian al Post, al Times o a demás medios tradicionales como productores de contenidos objetivos. Los clasifican como oponentes ideologizados, en quienes no confían. Pero se plantea uno entonces: ¿Acaso capitular ante la amenaza autocrática atraerá a esas turbas fanatizadas? Claramente, la respuesta es que no, y que probablemente solo perderán credibilidad entre quienes aún le leían. Cabe entender la medida, entonces, como la sola búsqueda de preservancia, en un momento de amenaza. Las tiranías amenazan a la democracia. Los medios serios se deben posicionar. Claudicar y torcerse, callar y sobrevivir es una alternativa. Alzarse y mantenerse independientes, será siempre la otra. La sobrevivencia, a toda costa, es un logro mezquino. Aunque cierren las rotativas, los medios que se mantienen incólumnes se preservan en la memoria eterna del lector. Su mensaje nunca muere.