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Trump y el miedo
El mundo anda con miedo a la llegada de Trump, pero un análisis de Relaciones Internacionales es la solución a su temor.
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Muy fácil sería titular esta columna como “El miedo a Trump”, que a 24 horas está por ser nombrado el próximo presidente de Estados Unidos y eso asusta a propios y extraños. Pero es hora de perderle miedo al Trump y analizar la realidad de lo que se viene objetivamente con el retorno del “Agente Naranja”. Los medios de comunicación tradicionales se han encargado de soltar bilis y miedo sobre alguien que no es lo que dicen que es. Y, con su respeto, estimado lector, voy a iniciar con un poco de teoría e historia: El poder no es un ser consciente, sino es una herramienta que un actor, individuo o Estado (que es un grupo de individuos que actúan en conjunto para hacer que otros actores) usa para hacer lo que su voluntad desee.
El poder es por naturaleza político: no es moral como decía Kant, y mucho menos económico, como decía Marx. Salgan de esas burbujas reventadas hace décadas, por favor. La política es una búsqueda de poder, y este concepto en práctica es cambiante: El territorio, lo que hizo a España el principal imperio mundial y su dominio de “las Américas” por casi tres siglos (1492 hasta 1789); luego vino la conjugación de la Revolución Industrial (1760) y la Revolución Francesa y su nacionalismo (1789), que fue la principal fuente de poder mundial hasta 1950 que, con la Guerra de Corea, marcó el inicio de la Guerra Fría y la ideología como principal fuente de poder hasta 1991.
Desde entonces, la pregunta es: ¿Cuál es la fuente de poder actual? El jurista y analista tunecino–francés Laurent Cohen–Tanugi, en su reconocido libro La forma del mundo que se viene (2009), menciona tres elementos que están cambiando al mundo: el impacto de China, el desplazamiento de poder del Atlántico al Pacífico y el terrorismo islámico. El último parecía quedar atrás, pero el terrorismo se impone por miedo y el temor de “lo que pueda ocurrir”. A pesar de estos cambios, el miedo se ha convertido en una forma de presionar los cambios políticos como lo describe Corey Robbin en su obra El miedo: Historia de una herramienta política (2009), y en política los conflictos se negocian o se van a la guerra. Donald Trump apuesta más por negociar y eso ha quedado claro. Analícelo, mi estimado lector, es un presidente transaccional en temas de política exterior que está somatando la mesa desde Groenlandia hasta Panamá, porque el miedo es su herramienta y él lo sabe.
Es hora de perderle miedo al miedo, y analizar la realidad de lo que se viene objetivamente con la llegada de Donald Trump.
“Lo que hace políticos, más que personales, ambos tipos de temor, es que emanan de la sociedad o que tienen consecuencias para esta” (Robbin, 2009). Trump emana de la sociedad y el gobierno que se viene es su gobierno, no uno de políticos, sino uno de muchos agentes no políticos y él lo sabe, y el miedo es su herramienta de poder e imposición. Pero es eso, una herramienta, una película de terror, no es algo real, es lo que en buen chapín llamamos “el petate del muerto”, y vaya si esta es una prueba de fuego necesaria para la región, que aumenta ese divorcio entre partidos políticos y sociedad. Pero dicen todos que tienen una estrategia y éxitos con eso. La estrategia es sencilla, la unión hace la fuerza, y plan B: estudie Relaciones Internacionales, que vaya que les falta a muchos desde años, o contrate a alguien que sepa de esto.
El futuro debe ser enfrentado por líderes valientes, honestos, pero sobre todo con la fuerza de no dejarse ganar por el miedo. Sé que es más fácil decir esto que hacerlo, pero ese es el costo de la participación política; si no le gusta, ¿para qué se mete? El miedo es un concepto, es una herramienta, pero si usted cree en fantasmas y leyendas, hágame el favor y no participe en política. ¡Feliz domingo!