La educación como el futuro que aún podemos escribir

La educación como el futuro que aún podemos escribir

Autor: Jean Carlos Porras Email: [email protected] Instagram: jeanporras__ Editorial: [email protected] Sobre el autor: Jean Carlos Porras Marroquín, antigüeño, artesano, activista y estudiante de Derecho en la Universidad de San Carlos de Guatemala; enfocado en Derecho Constitucional y Derecho Penal. También es miembro activo del Colectivo Antigua Exige. En Guatemala lo urgente siempre va sobre lo […]

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12/08/2025 07:53
Fuente: La Hora 

Autor: Jean Carlos Porras
Email: [email protected]
Instagram: jeanporras__
Editorial: [email protected]
Sobre el autor: Jean Carlos Porras Marroquín, antigüeño, artesano, activista y estudiante de Derecho en la Universidad de San Carlos de Guatemala; enfocado en Derecho Constitucional y Derecho Penal. También es miembro activo del Colectivo Antigua Exige.


En Guatemala lo urgente siempre va sobre lo importante. Todos buscamos sobrevivir, pero nadie se detiene a pensar cómo queremos vivir, y la verdad es que sin educación, el futuro no existe: solo se repite el pasado. Se necesita algo más que fe para construir un país; se necesita el pensamiento crítico que estamos dejando en el olvido, en el rincón del “después”.

Crecí escuchando que la educación es “la base del futuro”, pero la realidad contrasta con escuelas destruidas, maestros frustrados y jóvenes que siguen aprendiendo con fotocopias de los 90. La base con la que el Estado sigue trabajado está destruida, y esto no es accidental; ha sido permitido y repetido durante muchos años, y seguirá ocurriendo por muchos más si no hay un cambio.

¿Qué futuro buscamos si no educamos?

No hace falta ser un experto para entender algo básico: un país que no invierte en su pueblo, no avanza. La educación es eso: una apuesta directa al desarrollo, a la libertad, a la dignidad.

¿Cómo vamos a soñar diferente si aprendemos lo mismo de hace 30 o más años? ¿Cómo vamos a progresar si seguimos aprendiendo solo para aprobar exámenes y no para entender la vida profesional y social?

La educación que tenemos fue diseñada para un tiempo que ya no existe, y el futuro no espera. Hoy los niños comparten pupitres rotos, los maestros están agotados y el contenido no se actualiza, condenando a nuestros estudiantes a competir en una carrera global con desventaja desde la línea de salida.

Un país que educa, se transforma y crece

Creo que Guatemala puede ser distinta y mejor de lo que es hoy en día. Para lograrlo, necesitamos una educación que forme ciudadanos conscientes, con criterio propio, que no se limiten a repetir información y que no estén destinados únicamente a un trabajo 8/5.

Una escuela del futuro no puede seguir ignorando el arte, el deporte, las emociones, la tecnología y la verdadera historia. No puede dejar fuera a quienes viven lejos, a quienes no tienen internet, ni zapatos, ni libros. No puede seguir siendo una lotería que solo algunos ganan.

¿Qué pasaría si educáramos para cambiar el sistema? ¿Qué pasaría si en vez de memorizar fechas, aprendiéramos a resolver problemas administrativos reales de la institucionalidad?

¿Qué pasaría si los niños en comunidades rurales tuvieran acceso al mismo conocimiento que los de la capital?

Quizá tendríamos menos pobreza, menos violencia y menos corrupción. Tal vez no de inmediato, pero sí en 10, 20 o 30 años, porque la educación no es una solución instantánea, pero sí la única capaz de transformar la humanidad.

Hablar de educación es hablar de todo

He visto escuelas públicas sin techo y también maestras que a pesar de todo, siguen enseñando con el alma. He escuchado a jóvenes que, aunque no tienen mucho, se parten el lomo ayudando a sus padres para luego ir a estudiar en alguna escuela nocturna. Y también he escuchado discursos vacíos que prometen reformas que nunca llegan.

La educación no puede seguir siendo una promesa de papel. Tiene que convertirse en una política real, una política que deje de cambiar cada cuatro años y que en cambio, proyecte el país que queremos construir juntos: un país desarrollado en donde se priorice el bien común.

Tal vez los políticos no reciban reconocimiento inmediato o aseguren votos cuando se construya una escuela, pero con esas decisiones se construye un país más justo, más fuerte y con un mañana prometedor; ahí es donde gana la verdadera riqueza de un país: su gente.

Por eso la educación no debe ser solo una promesa de campaña. Debe ser una prioridad de Estado, una política que se cumpla a pesar de los cambios de gobierno. Lo que sembremos hoy lo cosecharán nuestros hijos; esos niños merecen algo mejor que el abandono, la improvisación y la miseria disfrazada de oportunidad.

No hay nada más poderoso que una generación que se atreve a pensar por sí misma. Y si todo empieza en una escuela entonces cada una merece ser defendida.