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Bloqueos del pensamiento
Viene al caso lo que a continuación escribo; momento en el cual nuestro mundo demanda la facultad de saber pensar y razonar y ésta parece impedida. Pienso que, entre el grueso de la intelectualidad que desea ser independiente y que se ha decidido a formar juicio propio sobre la manera en que el mundo se […]
Viene al caso lo que a continuación escribo; momento en el cual nuestro mundo demanda la facultad de saber pensar y razonar y ésta parece impedida.
Pienso que, entre el grueso de la intelectualidad que desea ser independiente y que se ha decidido a formar juicio propio sobre la manera en que el mundo se está transformando políticamente, todavía pende la nube infecciosa de las etiquetas “comunismo” y “mundo libre” (como dieron en llamar al antagonismo de “mal”) que nos fueron inoculadas sin ninguna misericordia a lo largo del tiempo. Etiquetas que, en rigor, no tienen ya que ver con la realidad actual, pero continúan allí, inhibiendo el pensamiento libre y atemperado que debería estar en activo.
Considero, modestamente, que seguir apreciando la “confrontación” que se nos pinta a la vista en términos de la predominancia de quién será, al final, el que domine en la trifulca (“Trump o Putin”, para los que aún se mueven en la tradicional pero infantil bipolaridad de “los buenos” y “los malos”) es una tristeza y una gran decepción.
Percibir que no distinguir que el desafío consiste en saber ver más allá del “cristal con el que nos han adiestrado a mirar”, es generalizado, constituye una auténtica desgracia; y que el hecho de que no se perfile el surgimiento de una masa pensante (aunque aún sea incipiente), que inspire confianza por su consistencia y por su carácter de ubicarse “más allá de ese bien y de ese mal” fabricado por esos actores mediocres de mente y de espíritu que, plenos de poder, determinan la configuración del mundo…
A mi criterio, nuestra civilización requiere de mentes serias, alejadas de las “coloraciones” a las que se nos ha expuesto al común de los mortales que se preocupen por pensar más que en el “para qué” (con qué propósito) se van planteando las acciones y las amenazas que se observan en el mundo real, en el “por qué” (el origen).
Los “para qué” resultan interesantes porque se ubican en la dimensión de los intereses de personas y de sectores que los persiguen en proporción al poder del cual disponen y permiten revelar a esos actores. Pero son los “por qué” los verdaderamente importantes porque se vinculan no solo con el presente y la ganancia a corto plazo si no que con la psicología y con los instintos de los humanos sueltos o en rebaño. Dimensiones que desconocemos; razón por la cual debemos padecer.
Y se pueden pensar muchas, muchas otras cosas…
Y se pueden seguir pensando muchas, muchas otras cosas…