La política transaccional

La política transaccional

La política exterior de los Estados Unidos es transaccional y cada país tendrá que negociar directamente con ellos su nueva relación bilateral.

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Resumen Automático

09/11/2025 00:01
Fuente: Prensa Libre 

Seamos claros, la política exterior actual del gobierno de Donald Trump es totalmente transaccional. El mejor ejemplo de esto lo podemos ver en la reciente reunión que Trump tuvo con su homólogo Victor Orban, de Hungría, que al final le concedió a su país un año libre de sanciones para poder comprar petróleo de Rusia. Esto se da tan solo dos semanas después de que el mismo Trump anunciara que, debido al estancamiento en las negociaciones con Vladímir Putin, sancionaría a las dos principales petroleras rusas, así como a todo país que hiciera negocios con estas. A esto sumemos que ya había hecho este tipo de amenazas a China y a la India como una forma de presionar a Moscú para lograr un acuerdo que pusiera fin a la guerra con Ucrania. Sin embargo, su amigo Orban, que dicho sea de paso es también amigo de Putin, dijo que sería catastrófico para Hungría dejar de comprar petróleo ruso y Trump accedió a cambio de nuevos tratos comerciales con Estados Unidos y, más importante, ayudar a Washington a negociar con Moscú. Al final, Orban gana, Putin gana, pero Trump se lleva los aplausos. Ucrania y prácticamente el resto del mundo pierden, pero así es la política exterior actual de Estados Unidos, una transacción por país.

Estados Unidos ve al resto de países como actores unitarios.

Todo diseño de una política exterior se hace con tres factores: primero, los sistémicos que son la geografía, los vecinos o región y la potencia más cercana. Luego los atributos nacionales, como lo social, lo económico, lo militar y lo gubernamental. El último factor es la idiosincrasia que se refiere al momento histórico que se atraviesa, así como a la figura del presidente, puesto que la política exterior es algo que recae casi exclusivamente en el Poder Ejecutivo, por lo que se analiza qué tanto esta se encuentra personificada en su líder. En el caso de Estados Unidos, este factor tiende a explicar por qué tantos presidentes tuvieron su propia doctrina de política exterior desde la doctrina Monroe de “América para los americanos” hasta la doctrina Bush de la guerra preventiva. Una doctrina se refiere a una serie de directrices y objetivos a alcanzar inspirados en los valores del presidente de turno. El problema con la política transaccional de Trump es que estos se ajustan primero a los constantes cambios de percepción incluso hasta de humor de Donald Trump, quien hoy puede estar satisfecho con algo para mañana mandarlo todo al demonio por la razón que sea. Necesitaría la edición completa de este diario para ir citando casos de los últimos 10 meses. Esta incertidumbre imposibilita una posible doctrina Trump que daría certeza sobre los próximos tres años.

Pero algo ha quedado claro, cada país deberá tomar su respectivo número y hacer cola para negociar ya sea mejores tratos con Washington o tener que ir a reconciliarse después de recibir un fuerte aumento de aranceles que funcionan hoy como una herramienta de reordenamiento geopolítico más que como un instrumento comercial. El otro punto importante es que Estados Unidos ve al resto de países como actores unitarios cuyos líderes, sean presidentes democráticamente electos, primeros ministros, dictadores o aprendices de dictadores, como los que tenemos por acá en Centro y Sudamérica, son los responsables de guiar a su país. La separación de poderes, la oposición política, la sociedad civil y el sector empresarial no tienen ningún valor en esta visión bastante cruda de realpolitik estilo MAGA. El gobierno federal y sus extensiones comerciales, diplomáticas y militares funcionan bajo esta misma visión de America First, quienes entiendan esto lograrán victorias como la Orban; quienes no, pagarán consecuencias nada agradables. ¡Feliz domingo!