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Enjambre sísmico: geofísico explica por qué algunos temblores se sienten con más fuerza que otros
Tras la seguidilla de sismos que sacudió Guatemala el pasado martes 8 de julio, la incertidumbre se mantiene sobre la alerta naranja. El primero, registrado por el Insivumeh a las 15:10 horas con una magnitud de 5.2, tuvo epicentro en el departamento de Escuintla. A este le siguieron otros eventos de magnitud 5.6 y 3.5, […]
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Tras la seguidilla de sismos que sacudió Guatemala el pasado martes 8 de julio, la incertidumbre se mantiene sobre la alerta naranja.
El primero, registrado por el Insivumeh a las 15:10 horas con una magnitud de 5.2, tuvo epicentro en el departamento de Escuintla. A este le siguieron otros eventos de magnitud 5.6 y 3.5, en una secuencia que, según expertos, configura un enjambre sísmico. Pero ¿qué significa exactamente ese término y por qué hay temblores que se sienten con más fuerza que otros?
Para entender lo ocurrido, La Hora conversó con Juan Pablo Ligorría, ingeniero geofísico y doctor en sismología, con más de 25 años de trayectoria en gestión del riesgo y consultoría técnica en temas relacionados con la dinámica de la Tierra. Ligorría ha trabajado en instituciones como la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), el Infom y el Ministerio de Energía y Minas.
“El enjambre sísmico es una secuencia de temblores de magnitud moderada o baja que ocurren en una misma zona geográfica y en un intervalo corto de tiempo. Todos están relacionados con un mismo sistema de fallas”, explica el especialista, en referencia a la reciente actividad sísmica asociada al sistema de fallas Jalpatagua.
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Según Ligorría, estos fenómenos son el resultado de una acumulación natural de esfuerzos en la corteza terrestre. Esa energía, al encontrar zonas de debilidad —las fallas geológicas—, se libera de forma repentina. “En este caso, considero que la mayor parte de la energía ya fue liberada. Lo que estamos viendo ahora son réplicas y eventos menores, por lo que no hay razones para alarmarse más allá de lo ocurrido”, añade.
POR QUÉ ALGUNOS SE SIENTE MÁS
Una de las preguntas más comunes tras los eventos del martes es por qué algunos sismos, incluso de menor magnitud, se sienten más intensamente que otros. Ligorría responde con claridad: hay tres factores que influyen directamente en la intensidad con la que una persona percibe un temblor.
“Primero está el tamaño del sismo, es decir, cuánta energía se libera. Luego viene la cercanía al epicentro: quienes están más próximos, como los vecinos de Santa María de Jesús, lo sienten con más fuerza. Y por último, las condiciones del sitio: el tipo de suelo y la estructura en la que uno se encuentra también influyen”.
No es lo mismo estar en un octavo nivel sobre un terreno arenoso que en una casa de un piso sobre una colina rocosa. El terreno actúa como un amplificador natural. “En zonas blandas, como algunas partes del sur de la ciudad capital, las ondas sísmicas se comportan como si el suelo fuera gelatina, amplificándose más. En cambio, en terrenos duros, como la zona del Teatro Nacional o Pamplona, la vibración se atenúa”, ejemplifica.
Incluso la altitud dentro de una estructura puede modificar la experiencia: quien está en los pisos altos sentirá el movimiento con mayor intensidad por la forma en que los edificios vibran. “Yo, en mi oficina en el cuarto nivel, sentí más fuerte uno de los sismos que alguien en una casa de dos pisos en la zona 11”, comenta.
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SISMOS PEQUEÑOS NO EVITAN GRANDES
Aunque persiste la creencia popular de que los temblores menores “descargan” la energía de uno mayor, Ligorría desmonta el mito: “Esa es una falacia. Lo que los pequeños aportan para evitar un gran terremoto es muy poco. La liberación de energía significativa requiere de fallas más grandes”.
La comparación más clara es el terremoto de 1976, que rompió más de 200 kilómetros de una falla activa. En contraste, lo ocurrido este 8 de julio parece haber sido más localizado y sin riesgo de derivar en un evento de magnitudes catastróficas.
En cuanto a la duración del enjambre, el experto prevé que la actividad continúe al menos durante una semana. “Ya hemos tenido experiencias similares. En 1988, por ejemplo, una secuencia en El Frutal duró entre 10 y 12 días. Lo más probable es que esta siga una dinámica parecida”, estima.
EVALUACIÓN DE DAÑOS
Mientras tanto, en Santa María de Jesús, Sacatepéquez —una de las zonas más golpeadas— continúan las evaluaciones de daños. El presidente Bernardo Arévalo realizó este miércoles su primera gira tras la emergencia para constatar afectaciones y supervisar el despliegue de atención.
La comunidad ha colaborado en la limpieza de escombros, mientras derrumbes mantienen bloqueada la carretera que conecta el municipio con Antigua Guatemala, obligando a muchos a movilizarse a pie.
Ligorría insiste en mantener la calma, pero también en informarse con fuentes científicas y oficiales. “Hay muchos rumores infundados sobre catástrofes inminentes que solo generan pánico. Lo cierto es que la energía más importante ya se liberó. Lo demás son réplicas que irán disminuyendo con los días”, concluye.
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