Las mujeres y la dictadura

Las mujeres y la dictadura

Los dictadores han vuelto, con todo su narcisismo, megalomanía y poder excesivo.
25/07/2024 00:04
Fuente: Prensa Libre 

Aleph

Las mujeres y la dictadura

Los dictadores han vuelto, con todo su narcisismo, megalomanía y poder excesivo.

María Esperanza Sánchez, Julia Hernández, Karla Escobar, Samantha Girón, Nidia Barbosa, Tamara Dávila, María Oviedo, Cristiana Chamorro, Dora María Téllez, Suyen Barahona, Ana Margarita Vigil, María Fernanda Flores, Eveling Pinto. El denominador común de estas mujeres: ser nicaragüenses y haber sido presas políticas de la dictadura de Ortega. El 9 de febrero de 2023, desnutridas y visiblemente desmejoradas, volaron de Managua a Washington, despojadas hasta de su nacionalidad.

Los dictadores han vuelto, con todo su narcisismo, megalomanía y poder excesivo.

Hace más de dos años recibí esto: “Recordamos que hay un país donde la persecución de las mujeres es tan violenta, que las encarcelan y torturan. Eso es lo que ocurre en Nicaragua, donde el régimen de Daniel Ortega ha capturado con violencia a 14 mujeres destacadas de la sociedad civil. Son activistas, defensoras de DDHH, candidatas a la presidencia, madres y amigas. Desde 2018, luego de las protestas pacíficas más grandes en la historia de Nicaragua demandando democracia, el régimen de Ortega elevó la persecución de las voces disidentes del país. Pero ellas no están solo encarceladas, el régimen las mantiene bajo condiciones inhumanas para romper su espíritu y quebrar su dignidad. Sufren hambre extrema, por lo que algunas han perdido hasta 50 libras. Las interrogan durante el día y la noche. Se les permite ver el sol solo 10 minutos a la semana. Algunas han estado en aislamiento permanente, sin poder hablar con alguien por 8 meses. No les permiten ver a sus hijos, ni siquiera recibir sus dibujos. Han sido acusadas utilizando tres leyes que el régimen de Ortega creó en el 2020, con cargos como traición a la patria o ciberdelitos. La vida de nuestras hermanas está en peligro”.

Viendo en retrospectiva,  recordamos que en 1979, luego de 45 años de gobiernos dictatoriales y corruptos, Nicaragua dio un salto gigante hacia la democracia, de la mano de una revolución liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). La democracia prometida por el FSLN se confirma cuando, a través del voto, se elige a Violeta Chamorro como presidenta de Nicaragua en abril de 1990 y el gobierno de la Revolución entrega el poder. Ese mismo voto hizo que, en el año 2006, Daniel Ortega volviera a la presidencia y Nicaragua continuara consolidando su democracia. Sin embargo, hoy la historia es otra y el gobierno de Ortega se ha autorrecetado, de manera fraudulenta, cuatro mandatos presidenciales consecutivos. A seis años de la rebelión social de 2018, según el “Mecanismo para el reconocimiento de personas presas políticas”, sigue habiendo 147 personas nicaragüenses presas políticas: 24 mujeres y 123 hombres.

Los dictadores han vuelto, con todo su narcisismo, megalomanía y poder excesivo.  Daniel Ortega y Rosario Murillo, su esposa, vicepresidenta y vocera,  siguen en el poder porque hay todo un sistema sosteniendo la dictadura, desde dentro y fuera de Nicaragua. Y hay mujeres padeciéndola. Académicas, activistas, feministas, defensoras de DDHH o competidoras políticas, contra quienes se han ensañado más en prisión, porque constituyen una amenaza mayor a su agenda totalitaria, corrupta, ultraconservadora y patriarcal. Varias presas políticas nicaragüenses, hoy exiliadas, hablaron para openDemocracy del “odio del régimen [de Ortega] hacia las mujeres”. Me recuerda a la situación de Virginia La Parra, exfiscal de la Feci hoy en el exilio, criminalizada y enviada a prisión en Guatemala por denunciar a un juez corrupto. En contextos de represión y terror, las mujeres que se oponen al régimen son fuertemente castigadas (incluso sexualmente), porque están supuestas a la total obediencia. Esta pedagogía de la crueldad y del miedo pasa siempre por sus cuerpos, pero rompiendo el silencio se comienza a caminar en otra dirección.