El traje, la carta y el gesto

El traje, la carta y el gesto

Washington volvió a ser el teatro del poder, donde un gesto puede pesar más que un tratado.

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Resumen Automático

22/08/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

La política internacional se libra tanto en los campos de batalla como en los símbolos. El 18 de agosto, la Casa Blanca volvió a ser escenario de un episodio cargado de gestos, miradas, cortesías y halagos, donde Volodímir Zelenski y Donald Trump sellaron un encuentro que, aunque no resolvió la guerra en Ucrania, sí reconfiguró percepciones.

Con el planeta al borde del abismo, la incógnita es: ¿podrá Trump realmente sellar la paz?

Seis meses atrás, Zelenski había partido de Washington con la sombra de la tensión y el desaire. Entonces, con uniforme militar, fue reprendido por la administración estadounidense, incluso por su vestimenta, que reclamaba más gratitud y menos exigencias. Esta vez, el guion cambió. Trump, dueño absoluto de la escena, pidió que el visitante dejara atrás la indumentaria de guerra. Zelenski obedeció y apareció con un sobrio traje oscuro. El contraste fue inmediato: sonrisas, bromas y un ambiente que desentonó con el desencuentro de febrero.

Los gestos no fueron casuales. Zelenski, consciente de que su margen de maniobra depende hoy más que nunca del humor del presidente estadounidense, buscó acercarse a la narrativa trumpista. La entrega de una carta de su esposa a Melania Trump, mencionando a los niños ucranianos secuestrados por Rusia, fue una jugada política envuelta en humanidad. Trump respondió con una sonrisa y una frase breve: “La quiero”. A veces, una palabra pesa más que un comunicado oficial.

El simbolismo de la cita también se midió en la presencia de líderes europeos. Emmanuel Macron, Keir Starmer, Giorgia Meloni, Friedrich Merz, Alexander Stubb, Ursula von der Leyen y Mark Rutte llegaron a Washington para acompañar a Zelenski y evitar que la reunión se convirtiera en un monólogo de Trump. Sin embargo, el presidente estadounidense los redujo al papel de testigos.

Cada gesto fue observado con lupa. La breve pausa de Trump para llamar a Putin en medio de la reunión desató especulaciones. Macron, maestro en el arte de los equilibrios, sugirió ampliar la mesa a una cumbre trilateral, incluso cuatrilateral, que incorpore a Europa como actor indispensable. La tensión entre exclusión y protagonismo volvió a dibujarse en los pasillos de la diplomacia.

Mientras tanto, Zelenski sostuvo firme su línea roja, “no habrá concesiones territoriales”. Esa frase, repetida como un mantra, reafirma que para Kiev el costo de la paz no puede ser la mutilación de su soberanía. Ursula von der Leyen recordó que la paz no se mide solo en mapas, sino también en humanidad.

Pero detrás de la cordialidad palpitaba una realidad más dura. Apenas tres días antes, Trump había recibido con honores y alfombra roja a Vladímir Putin en Alaska. Allí, el presidente estadounidense dejó claro que su estrategia pasa por redibujar el mapa de la guerra, a costa de concesiones territoriales de Ucrania. Estados Unidos apoyaría, sí, pero con condiciones, evitando compromisos como la adhesión a la Otán.

El cambio de tono en esta reunión, respecto al encuentro anterior fue evidente. Entonces, Zelenski abandonó la Casa Blanca con una comida cancelada y un gesto de frustración. Hoy, se marchó con sonrisas, aunque sin respuestas definitivas. La posibilidad de una cumbre trilateral quedó abierta y dependerá de la audacia de la diplomacia.

La jornada dejó una enseñanza clara en la era Trump: el poder se ejerce no solo con tanques o decretos, sino también con símbolos. Un traje oscuro, una carta a la primera dama y una sonrisa calculada pueden abrir puertas que los discursos no logran destrabar. Y aunque la paz aún luce lejana, Washington recordó al mundo que el escenario principal sigue en el Despacho Oval, bajo las luces de las cámaras y el guion de un presidente que entiende como nadie el valor del espectáculo.