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Los pueblos indígenas muestran su indignación
Giammattei y Porras representan la cara más visible de la narcocleptocracia.
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La movilización popular de ayer evidenció el hartazgo de la población ante la corrupción e impunidad que se han acrecentado con el gobierno, plegado a los intereses de las élites depredadoras. La destitución del fiscal Juan Francisco Sandoval por parte de la fiscal general, Consuelo Porras, en contubernio con el presidente Alejandro Giammattei, fue el detonante para la protesta de una ciudadanía que ya no soporta cómo las autoridades protegen a las mafias. En esta ocasión fueron los pueblos indígenas los primeros en mostrar su descontento, con manifestaciones en varios departamentos. La presencia de los 48 cantones de Totonicapán, así como en Quiché, Quetzaltenango, San Marcos, Sololá, las Verapaces, Petén, entre otros, mostraron que el rechazo se ha extendido en todo el país. La exigencia es clara: la renuncia de Giammattei y de Porras porque representan la cara más visible de la narcocleptocracia.
¿Por qué enardeció la destitución de Sandoval? Porque este abogado, desde la Fiscalía Especial contra la Impunidad (Feci), continuó la labor de Iván Velásquez y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), y en lugar de encontrar apoyo en Porras, esta se dedicó a torpedear su trabajo. Ella puso al Ministerio Público al servicio del expresidente Jimmy Morales y ahora de Giammattei. Siempre conspiró para bloquear la labor de Sandoval, pese a que en sus informes anuales se atribuía la labor de la Feci como avances de la fiscalía general. Las muestras de apoyo de EE. UU. y la Unión Europea hacia Sandoval le enviaban un mensaje claro a Porras de que no atentara contra la Feci. Lo mismo hizo Martín Toc, presidente de los 48 cantones de Totonicapán, cuando dijo que si tocaban a esa fiscalía se meterían con esta organización indígena. Giammattei no midió las consecuencias y presionó a Porras para deshacerse de Sandoval. Ahora Toc les advierte: “Esto apenas comienza”.
Las revelaciones hechas por Sandoval dejaron ver cómo Porras se prestó para proteger a sus amigos mafiosos. Cómo en el MP existe una estructura que vende impunidad e información, en la cual estaría implicado Ángel Pineda, secretario general de la fiscalía y muy cercano a la fiscal. Cómo Porras maniobró para pedir la captura del exrector Estuardo Gálvez para favorecer a Nester Vásquez y luego retrasó el antejuicio contra este para que tomara posesión como magistrado de la Corte de Constitucionalidad. Cómo Porras se molestó por el hallazgo de los Q122 millones del exministro José Benito. Al parecer, en ese oscuro negocio está implicado Giammattei o el caso de los rusos que llegaron a la casa del mandatario y le entregaron dinero en efectivo. Pero la decisión de echar a Sandoval se precipitó cuando este tenía más información sobre la implicación de Giammattei en casos de corrupción y la eventual petición de antejuicio en su contra, a partir de las declaraciones de Gustavo Alejos. Por eso no estamos solo frente a una fiscal general que plagió su tesis doctoral, sino ante una agente activa del Pacto de Corruptos.
Giammattei y Porras calcularon mal. Pensaron que no iba a pasar nada. Se equivocaron. Ahora el descrédito contra ellos es a nivel nacional e internacional. Prueba de ello es que EE. UU. afirma que perdió la confianza en Porras. Esa desconfianza y repudio se extiende en toda Guatemala, principalmente entre los pueblos indígenas. El ataque de Giammattei y Porras a la lucha contra la corrupción ha generado las mayores manifestaciones a escala nacional de los últimos años. Ya no se trata de concentraciones de la clase media en la Plaza Mayor, ahora el pueblo indígena mostró su indignación y esto puede llevar a la conformación de un movimiento nacional para construir un Estado para todos. Valoro en su justa dimensión las palabras de Martín Toc: “Ha llegado el momento histórico de que los pueblos se levanten en unidad”.