Gabriela Alfaro: “Mis obras hablan sobre la riqueza de aceptarnos”
La artista visual habla sobre las profundidades en su obra, la manera de concebirla y la relación que esta tiene con su noción de trascendencia.
Este año coincidió con la edición número 15 del evento Arte en las Calles, mediante el cual la Fundación Rozas-Botrán ha trabajado por llevar al espacio público, en avenidas y paradas, las imágenes de distintas obras que responden a una misma temática.
Esta edición fue dedicada a piezas elaboradas en grabado, técnica que se trabaja sobre superficies talladas y que implementa diversas formas de teñido.
En Guatemala son varios los artistas que se posicionan desde esa disciplina, y una de ellas es Gabriela Alfaro, quien se distingue por desarrollar piezas que remiten a la sutileza cotidiana que toma forma de vestidos, insectos, gestos y texturas.
En su obra también conviven técnicas como el collage, la encáustica o el bordado. Allí, en ese mundo confeccionado a mano, Gabriela da forma a símbolos con los que intenta explicar qué es la trascendencia individual y colectiva. En esta conversación, la artista nos aproxima más a ese gran tejido de nociones.
¿Hacia dónde cree que puede llevar la experiencia del arte?
Creo que las personas necesitamos darle un espacio a las emociones que experimentamos a diario. En mi experiencia lo encontré a través del arte. Fue algo que me condujo desde niña hasta un momento en el que caí en cuenta en que era medicina para mí porque reconocía que me ayudaba a comprender muchas cosas.
Ahora entiendo que al compartirlo he podido ayudar a otras personas también. Antes sentía que al compartir mi proceso estaba abriendo una ventanita de mí a todo el mundo. Lo entendía como ponerme en un punto vulnerable y decir “esto es lo que soy”. Al final, eso era lo que quería hacer desde el arte: representar todo lo que estoy viviendo y lo que hay dentro de mí. Ha sido un recorrido de conocimiento personal.
¿Hay cosas que ha logrado sanar o reconocer sobre su historia desde el hecho de abrir esas ventanas?
Sí. Para mí ha sido lograr sanar muchas cosas que necesitaba, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Es algo que me ha ayudado a reconocer la posibilidad que tengo por crear, y cada vez que estoy haciendo un movimiento repetitivo, cuando estoy bordando, o tallando, esas formas de creación se transforman en mantras.
El hecho de crear me permite entender que hay un mundo de ideas y de emociones que siempre podemos procesar. Allí es cuando se vuelve un proceso sanador.
¿Cuál cree que sería la importancia de que los artistas tengan la disposición de hablar y reconocer sus grietas emocionales?
Pienso que, en mi caso, el mensaje que quiero compartir siempre irá cargado de una responsabilidad emocional, ya que, al final, lo que estoy tratando de hacer es vivir mi experiencia y seguir mi pasión.
Creo que reconocer eso junto con mis grietas emocionales es también una forma genuina de transmitir lo más honesto que siento. Pienso que las personas que vean mis obras podrían tomar esa experiencia como una semillita que les conduzca a hacer lo mismo. Al final, la vida, como el arte, consiste en que tratemos de hablar desde lo más honesto.
En su propuesta destacan obras desde una sutileza cotidiana que son representadas en figuras casi “desapercibidas”, como lo son los gestos de manos, prendas de vestir o incluso insectos. ¿A qué se refieren?
A través de un trabajo introspectivo, a lo largo de los años me he ido sorprendiendo también de los significados que siempre estuvieron allí. El vestido, que es bastante común en mis obras, es una metáfora de mí misma en esta vida, es un autorretrato.
Hablo de lo que conozco, y, por ende, hablo de mis emociones y vivencias, no desde un lugar egocéntrico, sino de mi ser como persona, que también puede referenciar a otras personas, quienes muchas veces son los espectadores que pueden sentir una relación con mi universo.
¿Cuáles son algunas de las referencias artísticas que le han permitido llegar a estas conclusiones?
He admirado mucho la historia de Luis Ulloa, el arte de Kiki Smith y, en Guatemala, desde siempre he mantenido el ojo sobre las mujeres artistas.
Me gustan las obras y las historias que precisamente hablan de historias de vida. En ese caso, Isabel Allende ha sido una gran referencia literaria cuando nos presenta relatos que no parecieran ser extraordinarios y que se narran desde lo común de cada día. Es algo que me ha permitido entender que cada historia cotidiana es una puntada dentro de un gran tejido que resulta ser la vida, y así, la historia de cada persona.
Creo que la gente no suele pensar realmente sobre su historia o sobre las historias que existen. Es algo muy fascinante que no resulta ser independiente de todo. Al final, tenemos lo que han vivido nuestros papás, abuelos, bisabuelos, y más personas hacia atrás.
A partir de esto me ha interesado conocer más sobre la psicogenealogía, una rama que también permite a las personas entender sobre la personalidad, el carácter y cómo muchas veces estos cuadros psicológicos repetidos son heredados por nuestros antepasados.
Creo que mientras más conocimiento tenemos de eso, de nuestras raíces y de nuestras historias, más podemos comprender el momento en que estamos viviendo ahora.
Hablando del rastreo hacia el pasado, resulta pertinente hablar del uso de archivos antiguos como la fotografía o mapas. ¿Qué valor ha encontrado en estos elementos?
Los mapas que he usado en algunas obras son de lugares en Guatemala. Por otro lado, las fotografías remiten a personas que también han vivido en el país. Esa es mi fascinación: reconocer que las personas pudieron haber tenido distintas historias y que han dejado una huella en el mundo.
Creo que la gente no suele pensar realmente sobre su historia o sobre las historias que existen. Es algo muy fascinante que no resulta ser independiente de todo. -Gabriela Alfaro, artista multidisciplinaria
El camino de entenderse implica un reconocimiento con otras personas. ¿Cómo ha atravesado la historia familiar en su creación artística, tomando en cuenta que varias de sus piezas parecieran encontrarse en sitios muy privados y hogareños?
Muchas veces, y en espacios como el que nací, hay planes o expectativas sobre la vida que van a tener las personas, y en mi caso, como mujer, me di cuenta de varias ideas que debía cumplir. Pero, como mencionaba, hay cosas que surgen hasta llevarnos a desvíos de lo que se suponía que tenía que ser.
Puedo decir que al final estoy en un punto de vida al cual llegué sin que fuera el plan de nadie, ni siquiera el mío, pero es algo totalmente bueno. Al final, mis obras hablan sobre la riqueza de aceptarnos y de aceptar lo que debemos atravesar.
También las obras surgen desde memorias de mi niñez. Recuerdo que entre las más lindas era cuando nos reuníamos todas las mujeres de la familia, una vez a la semana, en la casa de mi abuelita.
Compartíamos, nos reuníamos en una mesa a tomar café, comer algunas cosas, pero siempre todas estábamos haciendo alguna manualidad. Había quienes pintaban, otras bordaban; cada una elegía que hacer. Lo veía como un espacio de terapia, donde aprendí a escuchar las historias que contaban las mayores.
Recuerdo que allí fue donde empecé a conocer y entender más sobre la vida de mi abuelita o mis tías. En sus relatos hablaban sobre parejas que tuvieron, el amor, el final de algunas relaciones, cómo tenían que sufrir algunas situaciones y también cómo después lograban levantarse. Yo escuchaba atenta y caía en cuenta de ver toda la fuerza de esas historias.
Ahora entiendo que aquellos habían sido los caminos de ellas y que yo también tenía que transitar otros. Fueron experiencias que me moldearon un montón.
Respecto de las técnicas que ha utilizado para sus obras, destacan las mezclas de materiales. Ejemplo de ello son los collages. ¿Qué le motiva a elegir estos soportes?
Desde siempre me gustó la mezcla y la experimentación, ver cómo responde un material si lo mezclo con otro y así, sucesivamente. Empecé por una fascinación con la técnica de encáustica, y creo que el proceso me encantó tanto por la dinámica artesanal que implica y porque también me resulta una experiencia totalmente multisensorial: conocer el olor de la materia, palpar las distintas temperaturas, crear un propio pigmento.
Esa parte me ha permitido estar más involucrada con el proceso y la obra. Con el grabado siento que ha sido como la vida, no hay un plan definitivo sobre cómo serán las cosas, pero sí que hay distintas ideas o pequeños planes de cómo podría resolver la pieza.
En el camino se van aprendiendo muchas cosas, y así como en la creación de una obra, siempre pueden existir desvíos o contratiempos que nos ayudan a resolver y fluir ante los resultados que se nos presenten. El resto es dejarse sorprender.