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¿Qué revela la psicología sobre la personalidad de las personas que aman a los perros?
El vínculo entre humanos y perros va más allá de la compañía: es una conexión emocional que revela rasgos de personalidad y mejora el bienestar mental. Conozca qué dice la psicología.
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Más allá de una simple compañía, las mascotas pueden convertirse en miembros fundamentales de la familia. La relación entre humanos y perros trasciende la mera convivencia entre especies.
No es casualidad que se le conozca como “el mejor amigo del hombre”, y esto se debe a que numerosos estudios han demostrado que estos animales experimentan emociones, hábitos y miedos similares a los de las personas. Ello facilita una conexión genuina construida sobre la confianza, el cariño y una fuerte complicidad.
Desde el punto de vista psicológico, quienes expresan un amor profundo por los perros comparten características de personalidad específicas que los distinguen de quienes prefieren otras mascotas o ninguna en absoluto.
¿Qué revela la psicología sobre el amor a los perros?
“Suelen ser personas cálidas, empáticas, sociables y suelen estar de buen humor. Ellos valoran la lealtad y disfrutan del contacto físico y la rutina”, explica la psicóloga María René Ordóñez. Estas características reflejan una personalidad que busca y valora la conexión emocional constante.
Un estudio colaborativo realizado por psicólogos de las universidades de Florida, Carroll y Marquette identificó rasgos distintivos en quienes prefieren a los perros como mascotas. La investigación confirma que estas personas tienden a ser más extrovertidas y sociables, disfrutan la interacción con otros y suelen ser expresivas.
Además, suelen desarrollar un alto grado de responsabilidad, evidenciado en hábitos como pasear a sus perros y cumplir horarios estrictos. También manifiestan apertura a nuevas experiencias mediante actividades como entrenarlos o conocer a otros dueños.
Según el estudio, las personas que aman a los perros también presentan:
- Paciencia y tolerancia: La crianza de un perro fomenta estas aptitudes, lo que se traduce en mayor comprensión tanto con sus mascotas como en sus relaciones personales.
- Afecto y sensibilidad: Suelen ser más cariñosas y sensibles, con capacidad de establecer vínculos emocionales profundos.
- Amor por las actividades al aire libre: El cuidado canino implica un estilo de vida activo, haciendo que disfruten de la naturaleza y el ejercicio físico.
- Consciencia social: Muestran mayor respeto por las normas, son pragmáticas y ordenadas en su vida diaria.

El impacto de los perros en el bienestar emocional
La compañía canina funciona como una forma de terapia natural. “Podría decirse que muchas veces los perros actúan como si fueran unos ‘terapeutas con patas’, pues ofrecen compañía constante, reducen la sensación de soledad y obligan a moverse”, señala Ordóñez.
Los beneficios van más allá. Los paseos diarios liberan endorfinas, y la interacción física con el animal incrementa la oxitocina, hormona vinculada al apego y la calma, lo cual reduce significativamente el estrés y la ansiedad.
El fenómeno de los “perrihijos”
Muchas personas otorgan a sus perros un papel importante dentro de sus familias, incluso como si fueran hijos. Este fenómeno tiene explicaciones neurológicas. Según Ordóñez, “nuestro cerebro interpreta sus expresiones y gestos como señales de apego (mirada, contacto físico), lo que activa circuitos similares a los que usamos con bebés: cuidado, protección y vínculo”.
El perro responde con afecto inmediato y sin juicio, lo que refuerza la idea de “familia”. Sin embargo, la especialista advierte sobre la importancia de mantener límites: “Debemos evitar la humanización de las mascotas. Aunque su presencia es reconfortante, no debemos olvidar que son animales y tienen necesidades distintas a las humanas”.

¿Compensación emocional o relación saludable?
Una pregunta frecuente es si el amor por los perros puede reflejar carencias afectivas. La respuesta es matizada: “Puede ser una forma de cubrir necesidades de afecto, siempre y cuando la relación no sustituya por completo el contacto humano”, advierte la psicóloga.
Tener un perro puede ser una estrategia sana para regular emociones, aprender responsabilidad y sentirse acompañado. Solo se vuelve problemático cuando la persona evita por completo las relaciones interpersonales y reemplaza a los humanos con su mascota.