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La fuerza del voto es la fuerza de un país
Defender el voto y la Constitución no es ser progre ni pertenecer a una corriente política.
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No se juega con la voluntad de un pueblo. Guatemala habló en las urnas, y su decisión no es negociable.
Nos guste o no nos guste, la democracia se respeta.
Cuando la justicia se usa como arma, deja de ser justicia y se convierte en amenaza. Basta de manipular la justicia, de usar los tribunales como instrumentos políticos y de desafiar lo que el país ya decidió en las urnas.
En 2023, más de 5.8 millones de guatemaltecos salieron a votar. Algunos lo hicieron con esperanza, otros con resignación, pero todos con la certeza de que su voto valía.
Y detrás de cada papeleta hubo más de 120 mil ciudadanos voluntarios que, sin pertenecer a partidos ni buscar poder, se sentaron en las mesas receptoras de votos para garantizar la transparencia del proceso.
Esa es la verdadera democracia: la que se construye con ciudadanos valientes, no con intereses ocultos.
Guatemala ya decidió. Nos guste o no nos guste, la democracia se respeta. No se interpreta, no se acomoda, no se manipula desde un escritorio. Se acata, porque en ella reside la legitimidad del Estado y la confianza del pueblo.
Desde hace meses, algunos han intentado socavar esa decisión con resoluciones, amparos y tecnicismos que solo buscan sembrar confusión.
Pretenden cansar al ciudadano, convencerlo de que nada cambia y de que los mismos de siempre seguirán controlando todo.
Pero el país ya cambió. Guatemala despertó. Y cuando un pueblo despierta, ningún expediente judicial puede hacerlo retroceder.
La Corte de Constitucionalidad ha recordado lo obvio: que el proceso electoral está protegido por la Constitución y que ninguna autoridad, por poderosa o temeraria que sea, puede ponerse por encima de la voluntad popular.
Defender el voto y la constitución no es ser progre ni pertenecer a una corriente política. Es ser coherente, es tener principios y es entender que la democracia no se defiende solo cuando nos conviene.
El guatemalteco de a pie lo entiende bien. Ese que trabaja, que madruga, que paga impuestos y sueña con un país donde las reglas se cumplan. Ese que, aunque no salga en las noticias, es el verdadero guardián de nuestra república.
La justicia está llamada a proteger, no a perseguir. A construir confianza, no a dividir al país. Quien usa la ley para manipular la voluntad del pueblo no defiende el orden, lo destruye.
Guatemala necesita un nuevo pacto de respeto: respeto a la ley, al voto y al ciudadano. Podemos pensar distinto, votar distinto y creer en proyectos distintos, pero no podemos aceptar que se juegue con el derecho más sagrado de una nación libre: elegir a sus gobernantes sin miedo y sin manipulación.
La democracia no se defiende con discursos vacíos ni con fanatismos. Se defiende con valentía, con integridad y con coherencia.
Por eso hoy, sin banderas ni etiquetas, con la frente en alto y la convicción firme, debemos recordarlo: la voluntad del pueblo no se negocia, y la democracia, nos guste o no, se respeta.