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El libro: Andrade Díaz-Durán
Mi padre, Fernando Andrade Díaz-Durán, ha hecho acopio de su memoria privilegiada y ha dedicado tiempo para elaborar un libro.
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Ha habido guatemaltecos con talentos extraordinarios, que han tenido la posibilidad, las condiciones y el momento estelar de poner en alto a Guatemala en múltiples disciplinas y en diferentes ámbitos, pero debo decir con cierta resignación que, en escasas circunstancias, quizás contadas con los dedos de una mano, se han dado estas condiciones desde el ejercicio del servicio público.
Fue un factor de primordial importancia en la búsqueda de soluciones pacíficas para el conflicto regional.
No obstante, mi padre, Fernando Andrade Díaz-Durán, quien este martes 23 de septiembre próximo le celebraremos sus ochenta y ocho años de vida, ha hecho acopio de su memoria privilegiada y ha dedicado tiempo para elaborar un libro, que pronto lo hará público, que narra con lucidez su vida y en especial sus vivencias y su participación protagónica en ciertos y determinados hechos históricos nacionales e internacionales que, como canciller de la República (1983-1986), fueron determinantes para la reconstrucción de la democracia, la inserción creíble, respetada, digna y distinguida de Guatemala en el ámbito internacional. Al cierre de su brillante gestión oficial, en el contexto de la toma de posesión del presidente electo Vinicio Cerezo Arévalo, producto de unas elecciones que se garantizaron fueran absolutamente democráticas, impecables e incuestionables, los colegas cancilleres de Brasil, de México, de Argentina, de Perú, de Colombia, de Venezuela, de Uruguay y de Panamá, países miembros del Grupo Contadora y del Grupo de Apoyo, reunidos en Guatemala el 14 de enero de 1986, hicieron una declaración verdaderamente inusual en la práctica diplomática, al elogiar a mi padre de la siguiente manera: “La obra llevada a cabo durante este proceso por el ministro saliente de Relaciones Exteriores de Guatemala, doctor Fernando Andrade Díaz-Durán, fue un factor de primordial importancia en la búsqueda de soluciones pacíficas para el conflicto regional”.
Al margen del servicio público nacional narra hechos posteriores en los que contribuyó decididamente en sus inicios, al complejo y al difícil, proceso de las negociaciones de paz en Guatemala. Esto se dio por azar del destino en el marco de un evento de Naciones Unidas realizado en La Habana, Cuba, en 1987, en su calidad de presidente del influyente G-77, en una extensa, profunda e histórica conversación con Fidel Castro Ruz, el máximo dirigente cubano, y aparte, en otra reunión histórica con el comandante guerrillero guatemalteco Gaspar Ilom, Rodrigo Asturias, del grupo revolucionario de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA).
Por cierto, en este mes de septiembre, por invitación del ministro de la Defensa Nacional, general de división Henry Sáenz Ramos, participé como panelista, en un contexto académico, en el “Seminario de actualización sobre el reclamo territorial, insular y marítimo de Guatemala a Belice, ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ)”, en presencia de oficiales de las distintas ramas de las fuerzas militares, en el que se sostuvo un intercambio objetivo de la situación del tema de Belice y se hicieron algunas reflexiones pertinentes. En este seminario, me permití destacar en mi presentación, como un ejemplo de diplomacia preventiva, respetada e influyente, la desarrollada durante el gobierno militar presidido por el general Óscar Humberto Mejía Víctores (1983-1986), en que se honró al mismo tiempo de manera histórica el compromiso del ejército nacional con la institucionalidad democrática de la nación. Estos y otros hechos históricos están recogidos en el libro Andrade Díaz-Durán. Citando a mi padre: “La historia toma forma con los narradores que la vivieron. Esta es mi versión de los momentos claves que no solo marcaron mi vida, sino la de todo un país”.