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Corredor Biocultural de la Gran Selva Maya: un pacto histórico
La Gran Selva Maya se levanta como un testimonio viviente de la grandeza natural y cultural de nuestra región.
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Gracias a un acuerdo histórico trinacional firmado entre México, Guatemala y Belice, con el Corredor Biocultural de la Gran Selva Maya, que es el más grande del mundo en su tipo, hemos dado un paso decisivo hacia su conservación. Si me preguntan a quiénes debemos reconocer en Guatemala que han ayudado a hacer realidad este proyecto, menciono en primer lugar al Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marn), presidido por Patricia Orantes, y al Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), cuyo secretario ejecutivo es el ingeniero Igor de la Roca.
Es la segunda selva tropical más grande de América, después del Amazonas, y la mayor de Mesoamérica.
En términos concretos, el corredor biocultural trinacional integra 27 áreas protegidas de Guatemala, 11 de Belice y 12 de México. En Guatemala destaca la Reserva de la Biósfera Maya, con los parques nacionales de Tikal y El Mirador Río-Azul. En Belice, el Área de Conservación y Manejo Río Bravo y Aguas Turbias. En México, Calakmul y el Área de Protección de Flora y Fauna Balam Ku.
Con una extensión aproximada de 5.7 millones de hectáreas, habitan unas siete mil especies, de las cuales 200 están en riesgo de extinción, 50 son prioritarias y 250 endémicas del corredor que solo existen en esta región del planeta. El pacto honra a los pueblos indígenas y afrodescendientes que han sido guardianes de la biodiversidad durante siglos, y los pone en el centro del mapa para la gestión sostenible y la vigilancia comunitaria. ¿Ven que los sueños sí se logran? Querer es poder.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, firmó este acuerdo junto al presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo de León, y el primer ministro de Belice, John Antonio Briceño. En un gesto de unidad regional, los tres líderes resaltaron que las fronteras políticas no dividen cuando se trata de proteger el futuro común.
Lo formidable es que esta declaración firmada es un modelo de conservación de la riqueza natural y el patrimonio cultural de la Gran Selva Maya, tal y como nos lo indica el ingeniero De la Roca, pues reafirma que genera bienestar, prosperidad y seguridad para sus habitantes. De la misma forma, nos indica que el pacto reconoce, respeta, valora y apoya las prácticas culturales comunitarias e indígenas presentes, lo que es indispensable para mejorar el bienestar de las comunidades.
La cooperación entre los tres países abarcará también el intercambio de información, tecnología y entrenamiento en su lucha contra la deforestación y conservación de la biodiversidad. Esta visión convierte a la Gran Selva Maya en un verdadero laboratorio de sostenibilidad y un ejemplo de integración regional.
Este compromiso no solo implica conservación, sino también cooperación concreta. Y si el Conap necesitara que en el futuro se le aprobaran más guardarrecursos para supervisar las áreas, con este logro no debería haber obstáculo alguno. Un elemento inspirador es que, a partir de 2026, cada 15 de agosto se conmemorará el Día de la Gran Selva Maya, y se entregará el reconocimiento al “Mérito a la Conservación de la Gran Selva Maya” para quienes se destaquen en su protección.
En un mundo donde la deforestación y el cambio climático amenazan la vida, este acuerdo trilateral es un poderoso alivio, y el mensaje es que sí es posible unir voluntades políticas. Y si me preguntan a quién de los tres países pertenece la Gran Selva Maya, mi respuesta es que no pertenece a un solo país, sino a toda la humanidad, pues nos ayuda en la estabilidad climática, la biodiversidad y la memoria ancestral de Mesoamérica.
Hoy, los tres países han mostrado cooperación y visión, ya que el corredor biocultural es un puente para pueblos y naciones y con ello se honra la sabiduría maya. Es un gran salto al futuro y el más noble mensaje de unidad.