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Un gobierno sin rumbo propio
Se les puede aplicar el principio de Peter.
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El binomio presidencial de Bernardo Arévalo y de Karin Herrera, que fue depositario del triunfo electoral del 2023, debidamente verificado e incuestionable, sorteó los desafíos del momento previo y durante la toma de posesión en el cumplimiento de la debida transferencia del mando constitucional, dejando atrás uno de los gobiernos más cuestionados por la ciudadanía y que más debilitó la institucionalidad democrática del país.
Se les puede aplicar el principio de Peter.
Esa circunstancia por sí misma ha sido lo único transcendental e histórico de lo que ha sucedido a lo largo de este nuevo período de gobierno. El entusiasmo inicial de una parte importante de la ciudadanía por esta opción política ha mermado sensiblemente y anida una frustración especialmente en las juventudes y otros amplios sectores ciudadanos por su abierta ineficiencia en la gestión pública, por su escasa capacidad de corregir sus errores, por su inhabilidad de sumar aliados nacionales estratégicos, por la ausencia de diálogos y amplios consensos, y por insertarse en negociaciones alrededor de iniciativas o reformas de ley en el Congreso de la República de las que no han salido ni saldrán bien librados.
Los recursos presupuestarios del Estado, que se negocian cada año, en los próximos meses lo volveremos a ver, conforme a intereses sectoriales, de grupos específicos con mayor incidencia o capacidad de presión y/o extorsión, que en su conjunto no han sido ni serán nunca suficientes para una contribución relevante y efectiva al desarrollo sostenido de Guatemala.
El sistema político, que se alimenta de los presupuestos estatales, y especialmente los gobiernos de turno que los distribuyen a discreción en función de los respectivos partidos políticos, al final intentan en vano reelegirse, por la corrupción insaciable que campea por doquier, que pareciera indomable, de la que se benefician también las redes multinacionales poderosas del narcotráfico y sus eslabones tenebrosos.
Es evidente, a estas alturas en que el gobierno de turno es intrascendente, el abierto intento, desesperado y riesgoso, de buscar un rumbo, una guía, un apoyo político, una agenda partidaria a través del gobierno de México y del partido gobernante, Movimiento de Renovación Nacional (Morena).
México es un país amigo, con el cual se comparte una riquísima cultura, una civilización antigua de trascendencia en la historia de la humanidad, relaciones de vecinos a lo largo de una frontera extensa y compleja de 962 kilómetros, que une a cuatro estados mexicanos —Chiapas, Campeche, Tabasco y Quintana Roo— con cuatro departamentos de Guatemala —San Marcos, Huehuetenango, Quiché y Petén—.
La relación bilateral es compleja y tiene sus desafíos en diferentes ámbitos, en los que Guatemala debe siempre salvaguardar la soberanía, el espacio territorial, el marítimo y el aéreo, así como los intereses del Estado de Guatemala, en un marco de constante y efectiva, coordinación, colaboración y cooperación en asuntos de interés común, pero no de subordinación ni política ni ideológica.
Es importante recordar que México consagra en su Constitución Federal los principios que guían la política exterior, en lo que se destaca: el rechazo a cualquier tipo de intervención en los asuntos internos de otros Estados, respetando su soberanía. El binomio presidencial de Bernardo Arévalo y de Karin Herrera, y sus inquietos y bisoños correligionarios que se aventuraron a una campaña electoral sin tener una idea propia y clara de cómo gobernar y a los que se les puede aplicar el principio de Peter, han defraudado, y ahora en su incapacidad parecieran buscar un rumbo ajeno, como último recurso, en la experiencia política de México.