Tiempo y eternidad

Tiempo y eternidad

La existencia humana es el tránsito de la temporalidad a la eternidad.

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Resumen Automático

09/08/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

En nuestra cultura poscristiana, muchos valoran el evangelio como una propuesta ética. Pero la enseñanza moral de Jesucristo solo complementa su oferta de salvación y ambas dimensiones suponen una cosmovisión. El drama actual es que esa cosmovisión subyacente contrasta con la que prevalece culturalmente. Por otra parte, el evangelio, antes que una doctrina moral, salvífica o metafísica, es una persona, Jesucristo. Él es el salvador, cuya identidad supone esa cosmovisión peculiar. Por eso, para que el evangelio pueda mantener su vigencia, su fundamento metafísico debe ser explicado, demostrado y comprendido.


La identidad teológica de Jesucristo solo es posible, si previamente se acepta que la realidad como la supone el Nuevo Testamento desborda la comprensión predominante definida por la ciencia. Según la teoría de la relatividad, la realidad se constituye de tiempo y espacio, de masa y energía según la conocida fórmula de A. Einstein. Pero también en las humanidades, el método crítico para el estudio de la historia define como real solo lo que se puede demostrar por medio de vestigios contemporáneos al acontecimiento, que debe ser también homogéneo con la realidad conocida actualmente. Sin embargo, en la cosmovisión cristiana este mundo visible, observable, medible y transformable por la técnica es solo la dimensión inmanente de la realidad. Esta tiene también una dimensión trascendente, que es el ámbito de Dios. Esa dimensión trascendente le da consistencia, sentido y fundamento a este mundo inmanente. Por medio del razonamiento adecuado, la dimensión trascendente se puede mostrar, pero no demostrar; se puede atisbar, pero no captar; se puede intuir, pero no abarcar, pues también desborda las categorías con las que pensamos. Cuando I. Kant descubrió esto, redujo la religión a los confines de la razón práctica: a la moral. Pero los creyentes decimos que es propio de Dios desbordar los límites del pensamiento humano; la realidad es mayor que lo que el método científico, sea en física o en historia, logra acotar.

La existencia humana es tránsito de la temporalidad a la eternidad, de este mundo al de Dios.


Jesucristo pertenece a esas dos dimensiones. Por su identidad más profunda, por su origen y destino vino de la dimensión trascendente propia de Dios. Es su Hijo. Pero como creador de esta realidad inmanente tuvo la capacidad de llevar una existencia en la temporalidad de este mundo y vivir como hombre sin dejar su identidad divina y estableció así la comunicación entre este mundo y el otro. Jesucristo es el testigo de Dios y de la dimensión trascendente en la que habita y así revela el sentido y propósito de la existencia humana y de la caducidad de este mundo.


La misión de Jesús fue la de abrir para el hombre el camino desde esta realidad inmanente de la creación para que pueda alcanzar su plenitud en la dimensión trascendente propia de Dios. Esto lo hizo con su victoria sobre la muerte por la resurrección y por la manifestación del amor de Dios en el sacrificio de la cruz para el perdón de los pecados.


Su enseñanza moral es educación de la libertad para que cada persona pueda entrar por la fe en relación con Dios y las realidades divinas ya en este mundo. Y una vez así renovada espiritualmente, la persona pueda construirse a sí misma para la eternidad. La enseñanza moral de Jesús siempre tiene una motivación trascendente: “Acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón ni carcome la polilla. Porque donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón”. La existencia humana es tránsito de la temporalidad a la eternidad, de este mundo al de Dios. Cada persona es responsable ante Dios del modo como construye o destruye su vida, pues fue creada por Él para alcanzar su plenitud en Él.