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Habemus papam
León XIV buscaría una iglesia misionera y sinodal, que se preocupa por los pobres y los migrantes.
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El humo blanco que salió de la chimenea sobre el tejado de la Capilla Sixtina anunció el advenimiento de un nuevo papa: el estadounidense Robert Francis Prevost, que en adelante adoptará el nombre de León XIV. En su primera aparición, en el balcón central de la basílica de San Pedro, tuvo dos gestos significativos. Primero, envió un mensaje en español a sus fieles de la diócesis de Chiclayo, Perú, donde pasó 40 años de su vida. Eso quiere decir que pudo haber nacido en EE. UU., pero su corazón es latinoamericano y centrado en la iglesia sinodal, abierta, plural. Segundo, en su presentación pública recuperó la vestimenta que rechazó el finado Francisco. Saludó a la multitud vestido con la muceta púrpura, la estola bordada, la cruz dorada y el roquete. Un discreto mensaje de paz hacia los sectores conservadores de que su pontificado, si bien podría continuar la obra de su antecesor, también buscaría sanar las heridas con otros sectores en pugna.
León XIV buscaría una iglesia misionera y sinodal, que se preocupa por los pobres y los migrantes.
El nombre que adopta cada papa dice mucho de sus valores. Así, Jorge Bergoglio escogió llamarse Francisco, en honor a San Francisco de Asís, por su vida de pobreza, humildad y servicio a los pobres. Se podría entender que Prevost podría continuar la obra de León XIII, contenida principalmente su encíclica Rerum Novarum, sobre la condición de los obreros (1891), que se considera la piedra angular de la doctrina social de la Iglesia Católica. Esta carta papal planteaba una reflexión sobre la situación social y económica que afectaba a los trabajadores tras la Revolución Industrial. Reconocía que el sistema económico de esa época generaba condiciones laborales inhumanas y pobreza generalizada, particularmente entre los obreros. Sin embargo, León XIII buscó una posición equidistante con el socialismo, al rechazar la abolición de la propiedad privada, y criticar al liberalismo sin restricciones, que deja a los trabajadores desprotegidos frente a los abusos del capital. Al proponer una solución ética y cristiana, esta encíclica presentó una tercera vía para la solución de los problemas sociales.
También se entiende que el Vaticano, de la mano de las asambleas de los cardenales, buscaría tener una posición de diálogo en el complicado cuadro geopolítico mundial. Si bien Prevost es gringo, eso no significaría una concesión al presidente Donald Trump, sino que el objetivo podría ser el impulso de una política exterior contestataria, pero sin el radicalismo de Francisco, que tuvo choques directos con el presidente estadounidense. El nuevo papa es considerado un líder tranquilo, equilibrado y con claridad sobre el papel político de la iglesia. En particular, en momentos en que los migrantes afrontan persecución en EE. UU., León XIV compartía con Francisco su visión de apoyo a los pobres y los migrantes. En una entrevista con Vatican News, Prevost hizo mención de la carta que Francisco envió en febrero último a los obispos norteamericanos cuando se comenzó a impulsar el programa masivo de deportación de migrantes. En esa misiva les recordó a los purpurados la importancia de estar cerca de los que sufren.
León XIV también ha hecho énfasis en la importancia que tiene la iglesia sinodal, algo que crea resquemores en el ala conservadora del catolicismo. Ese es un punto de encuentro con Francisco, quien impulsó precisamente la búsqueda de una iglesia más horizontal y universal. La sinodalidad, desde la perspectiva del nuevo papa, se preocupa por escuchar a quienes se encuentran en las periferias sociales y espirituales, incluyendo, por supuesto, a los pobres y marginados del poder. En lugar de una iglesia vertical, cerrada y jerárquica como es del gusto de los sectores ultraconservadores, la sinodalidad se centra en la diversidad, el diálogo y la transformación de las estructuras de la iglesia para que sea más abierta y participativa.