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Leyendas de Semana Santa: La Semana Santa del abuelo (una última procesión con Jesús Nazareno del Consuelo)
El amor a Jesús Nazareno del Consuelo y a la Cuaresma y Semana Santa despertó la leyenda de un abuelo que esperaba esta época como ninguna otra en el año, y quiso confirmarlo más allá de su muerte.
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Jesús Nazareno del Consuelo es una de las imágenes más apreciadas en la Cuaresma y Semana Santa guatemalteca.
Los orígenes de esta escultura se remontan al siglo XIX, entre 1825 y 1835. Presenta rasgos neoclásicos muy característicos de la época en que fue esculpida. Como ocurre en muchas esculturas religiosas, la documentación que acredita su hechura se encuentra desaparecida.
En las últimas investigaciones, se atribuye la autoría del Nazareno al escultor Santiago Ganuza. Ganuza también esculpió en Costa Rica una imagen similar a Jesús del Consuelo.
Su marcha oficial es la llamada Jesús del Consuelo, compuesta por fray Miguel Ángel Murcia y con letra del periodista Mario Sandoval Figueroa, fundador de Prensa Libre. “Adorable Jesús del Consuelo, fuente eterna de paz y bendición” es el comienzo de esta marcha histórica.
La leyenda: La Semana Santa del abueloes parte de las adaptaciones de la tradición oral a la modernidad, explica el historiador Aníbal Chajón, quien asegura que las leyendas buscan dejar un mensaje de reflexión en las personas y que se ha pasado del uso de caballos y carruajes a automóviles. En 1905 se tuvo el primer carro con placa en Guatemala, aunque empezaron a importarse desde finales de 1800.
Luis Celis, del Colectivo Pie de Lana, destaca que los barrios tienen lugares de gran contenido histórico, tanto por su arquitectura como por la tradición oral. En el barrio de La Recolección destaca el templo del mismo nombre, uno de los pocos que todavía conserva una capilla de Ánimas en la parte izquierda de la entrada, que sirve para orar por las ánimas benditas del purgatorio, cuyas efigies están colocadas a los pies de un crucifijo, en actitud de suplicar su redención.
Entre los destacados vecinos del sector vivió el locutor, periodista, historiador y escritor guatemalteco Héctor Gaitán, quien hizo el rescate de algunas leyendas como la de Los Penitentes de la Recolección y La Semana Santa del abuelo.
La Semana Santa del abuelo
Esta historia trata de un joven que disfrutaba de descansar durante la Semana Santa e ir de paseo al mar o estar con sus amigos, aunque de niño su abuelo, don Chepe, lo llevaba a todas las procesiones. “Todo principiaba desde el Lunes Santo con la del Nazareno de la parroquia y continuaba con otra sin faltar la del templo de La Recolección con el Nazareno del Consuelo el Sábado de Ramos. Pero al crecer se fue separando del abuelo. El anciano le rogaba para que lo acompañara a las procesiones y siempre había un motivo para no hacerlo”, describía Gaitán al contar la historia.
El abuelo siempre le hacía reflexionar: “Hijo, como que cada día te apartás más de Dios y de tu religión católica, y eso está malo”, decía el abuelo, además de reclamar que el joven siempre encontraba un motivo justificado para no acompañarlo, en especial a ver a Jesús Nazareno del Consuelo.
Un año el nieto fue a regañadientes porque el abuelo le consiguió un turno. Expresaba el anciano que estaba seguro de que se acercaba a sus últimas experiencias de Cuaresma y Semana Santa. “Quiero que continúes con la tradición, ya estoy viejo. Y a veces pienso que ya no voy a soportar las caminatas y el peso de las andas. Qué mejor que mi nieto preferido siguiera todo este proceso hermoso”, decía.

En esa ocasión planeó irse con un amigo al puerto, aunque sabía que su abuelo lo esperaría. Pero el automóvil del amigo se arruinó y luego se lo robaron, así que no quedó más que irse con don Chepe. Aunque casi no lo alcanzaba porque él ya había pedido un taxi para asistir a la procesión. El abuelo, además, le compró un traje completo, camisa y zapatos.
Cargaron el turno de honor de salida del templo de La Recolección y, cuando sonó el timbrazo y levantaron las andas, al escuchar las notas de la marcha de Jesús del Consuelo, el abuelo lloró. El nieto solo observó y no dijo nada.
La siguiente Cuaresma, el abuelo falleció el cuarto domingo de Cuaresma. Se fue escuchando marchas fúnebres y conversando, cuando se desplomó a causa de un problema en el corazón.
El nieto, triste, fue el sábado anterior a domingo de Ramos a cumplir con su promesa de seguir la tradición. En esa ocasión pedía por el alma de su querido abuelo.

Después cumplió con otra tradición de su abuelo para ese día, que era ir al Cementerio General a limpiar la tumba de familiares donde ahora estaba él enterrado junto a su esposa. Los empleados del cementerio lo conocían y, a veces, le prestaban la escalera para adornar los nichos altos del mausoleo.
Don Chepe era ampliamente conocido por los vendedores de agua y jardineros particulares del cementerio, contaba Gaitán. Se le acercó al nieto cuando vio que iba a dejar flores frescas y el turno que ya no cargó el abuelo esa Semana Santa. “Ya no ponga más flores porque no caben. Hoy mismo, hace pocos minutos, vino su abuelo a limpiar y a dejar flores. No irá muy lejos, si se apura lo alcanza ahí por la gasolinera de la 19 calle”, le dijo.
El joven se quedó de una pieza, pero al momento se enojó porque pensó que el hombre se estaba burlando de él. Otros trabajadores llegaron a confirmar que el abuelo había estado en ese sitio.
Uno de ellos indicó que él había dejado una coronita para que se la llevaran a Jesús Nazareno del Consuelo y le entregó la coronita de flores. Él les había dicho que posiblemente su nieto iba a llegar. Al joven no le quedó más que decirles que todo aquello era imposible, por la sencilla razón de que el abuelo estaba enterrado desde hacía algunos días.
Fue a dejarle la coronita a Jesús del Consuelo. Meses después, siempre que llegaba al cementerio, personas que no sabían de la muerte del abuelo le indicaban que recién él había estado ahí adornando el mausoleo. Desde entonces el nieto siguió la tradición sin faltar ningún año a ella y así ha tratado de dejar este legado para sus hijos.