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León XIV tardó muy poco en recibir críticas y apoyos
León XIV tiene duras tareas, como eliminar las diferencias internas y lograr balance de criterios políticos.
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El nuevo papa tuvo un primer fin de semana ocupado y causante de alegrías o críticas dentro o fuera del catolicismo y de los sectores progresistas y tradicionales, ambos con ejemplos extremos, porque no pueden dejar de tener representantes en la política partidista. Era de esperarse una reacción en todo el mundo, dadas las características especiales del catolicismo, el mayor y más antiguo grupo del cristianismo. Al ser líder religioso y cabeza de un estado político, el Vaticano, sus comentarios alcanzan las dos áreas. Sin embargo, no pude imaginar la contundencia y a veces hasta el fanatismo de las críticas, tanto las políticas como las religiosas provenientes de sectores extremadamente conservadores, verdaderas pruebas de un fanatismo en desacuerdo con los tiempos.
No me referiré a las críticas de seglares en redes sociales porque reflejan sus opiniones, por tanto no aclarables. Pero sí son lamentables, a mi juicio, las de origen religioso dentro del catolicismo diríamos fundamentalista. Del sitio From Rome, su editor, basado en una bula de 1559, considera a León XIV usurpador, apóstata, no cristiano, demonio, satánico, hereje y hace lo que los masones quieren. Menciona a líderes protestantes, quienes consideran al papado idolatría arrogante disfrazada de fe, por tanto antibíblica. Y como la elección es nula, los fieles deben resistirse. Parece entrar en la moda mundana de no aceptar resultados cuando no son del agrado de los críticos. Pero también hubo muestras de apoyo de otros importantes sectores de Roma.
En una reunión privada con la Guardia Suiza, León XIV les pidió rezar a diario una oración de León XI, escrita para cuando la iglesia está en peligro. Y habló, según uno de ellos, de cómo está el mundo ahora: (citas:) se critica al evangelio por gente que nunca lo ha leído; la vida humana es desechable del vientre hasta la muerte; a la verdad se le llama intolerancia y a la mentira se le dice libertad; las familias se rompen bajo el peso de una cultura que celebra lo temporal y se desecha lo eterno. A causa de ser estadounidense, sus críticas a las políticas trumpistas sobre emigrantes y a JD Vance sobre su interpretación del amor al prójimo no tardaron en provocar reacciones del círculo cercano, lo cual en ambos casos era inevitable.
Algunos la consideran jugada magistral para favorecer el regreso de los fieles alejados, pero a mi juicio fue un símbolo y fue espontáneo.
Se ha abierto una preocupante posibilidad dentro de Estados Unidos, cuarto país del mundo por número de católicos (68 millones): nuevas divisiones derivadas de mezclar la fe con la política partidista: católicos republicanos o demócratas fanáticos opositores o defensores al MAGA. Esta potencialmente explosiva se posibilita con posiciones radicales como las de los obispos alemanes, y se complementa con otras divisiones, como republicanos negros, demócratas hispanos y así un largo etcétera. Haber hablado en español, no en inglés, provocó críticas de quienes no entienden su cercanía personal con los latinoamericanos. Algunos la consideran jugada magistral para favorecer el regreso de los fieles alejados, pero a mi juicio fue un símbolo y fue espontáneo.
Vistas desde la perspectiva católica, las acciones de Trump como separar familias, madres de hijos, son inaceptables, además de un horror. Y si habla como pastor, no puede quedarse callado. Sin embargo, los criterios sobre la vida, por ejemplo, trascienden el campo religioso católico o de cualquier otra fe. Un hecho quedó claro: Estados Unidos es la cuna de personajes con influencia directa sobre 1,400 millones de personas y otro número imposible de determinar. León XIV no tiene ni dos semanas de trabajo. Como existe la doctrina del libre albedrío, rectora de la escogencia entre lo correcto y lo incorrecto, la responsabilidad de la decisión individual es de quien la toma.